Capítulo 43.

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Las sombras eran su refugio mientras avanzaba por los pasillos del hospital. Haël, con la capucha de su chaqueta cubriendo parte de su rostro, se movía con una precisión calculada, evitando las cámaras de seguridad y esquivando al personal que pasaba de vez en cuando. El sonido lejano de los monitores y los pasos de las enfermeras eran un ruido de fondo que él apenas registraba. Su objetivo estaba claro.

Cada vez que cruzaba una esquina, su mente volvía a las palabras de Kevin que había escuchado esa misma tarde. La amenaza implícita, la arrogancia de su tono, todo encendía un fuego incontrolable dentro de Haël. No era solo por él, era por Katherine. Nadie, absolutamente nadie, se interpondría entre ellos. Y mucho menos alguien tan patético como Kevin.

Pasó frente a una estación de enfermeras donde varias conversaban en voz baja, pero su figura encorvada, mezclándose con las sombras, pasó inadvertida. Cuando finalmente llegó al pasillo donde estaba la habitación de Kevin, se detuvo un momento. Inspiró profundamente, dejando que la oscuridad lo envolviera mientras ajustaba sus guantes de cuero. Sabía que no tenía mucho tiempo, pero eso no le preocupaba. Estaba acostumbrado a actuar rápido y sin dejar rastros.

Con un movimiento suave, empujó la puerta de la habitación de Kevin, que crujió ligeramente. El débil resplandor de la luz del pasillo iluminó la figura del hombre en la cama, dormido o al menos intentando estarlo. Haël avanzó sin hacer ruido, su mirada fija en el rostro de Kevin, que poco a poco comenzó a despertarse, alarmado por la presencia inusual.

Los ojos de Kevin parpadearon y, al darse cuenta de quién estaba allí, el miedo se apoderó de su expresión. Su respiración se aceleró de inmediato, y trató de moverse, pero las heridas aún lo mantenían debilitado. El pitido constante del monitor cardíaco al lado de su cama se intensificó con cada latido irregular.

-¿Qué... qué haces aquí? -balbuceó Kevin, su voz temblorosa mientras intentaba sentarse. El sudor le perlaba la frente.

Haël no respondió de inmediato. Su mirada era fría, calculadora. Cerró la puerta tras de sí, dejando solo una pequeña franja de luz que caía sobre Kevin, quien ahora temblaba bajo las sábanas. Haël se acercó lentamente, como un depredador que acecha a su presa.

-Te di una oportunidad, Kevin -murmuró Haël finalmente, su voz baja pero cargada de una amenaza inminente-Te dije que te mantuvieras lejos. Pero no escuchaste.

Kevin tragó saliva, sintiendo cómo el miedo lo consumía. Intentó levantarse más, pero un dolor agudo en su costado lo detuvo. Estaba atrapado. Sabía que no tenía a dónde ir, no podía llamar a nadie a tiempo. Era solo él... y Haël.

-No quise... no quise hacer nada -mintió Kevin, su voz quebrada por el pánico-Solo... solo fue un malentendido. No tienes que hacer esto...

Haël se detuvo al pie de la cama, observando el miedo en los ojos de Kevin como si fuera un animal herido. Cada palabra que salía de su boca era una excusa patética, una más para agregar a la larga lista de errores que había cometido.

-Tú elegiste este camino, no yo -susurró Haël, inclinándose ligeramente hacia él. La presión en el aire era sofocante-Y ahora vas a asumir las consecuencias.

Kevin abrió la boca para gritar, pero Haël fue más rápido, silenciándolo con una mano firme sobre su boca. El terror en los ojos de Kevin se intensificó mientras Haël se inclinaba aún más cerca, su voz tan baja que apenas era un susurro.

-Vas a dejar a Katherine en paz -le susurró al oído, sus palabras como un veneno-Si vuelves a acercarte a ella, si intentas algo más... no habrá nadie que te proteja. Ni la policía, ni los abogados. Nadie.

El cuerpo de Kevin temblaba, atrapado en el miedo absoluto. Sabía que Haël no estaba haciendo una simple advertencia. Esto era una sentencia. Una que no podría evitar si volvía a cometer un solo error.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora