Capítulo 65.

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Katherine despertó de golpe, el ruido de un fuerte golpe retumbando en sus oídos. Su cabeza le daba vueltas, y el dolor en su cuerpo seguía ahí, punzante, como un recordatorio constante del accidente. Su visión estaba borrosa por el dolor y el cansancio, pero lo que más le inquietaba era la sensación de estar completamente inmovilizada. Intentó mover las manos, solo para darse cuenta de que estaban atadas con cuerdas duras, las muñecas ardiendo por la presión. La fría humedad del suelo se colaba a través de sus ropas, y el aire estaba impregnado con un olor a moho y metal oxidado.

La luz en el lugar era tenue, una bombilla que parpadeaba de vez en cuando, lanzando sombras inquietantes alrededor de las paredes del almacén en el que la mantenían cautiva. Se esforzó por despejar su mente, intentando recordar lo que había sucedido, el momento en que la habían arrastrado a la furgoneta, los golpes, la sensación de impotencia... y luego, el vacío.

Fue en ese momento que escuchó un ruido de pasos pesados, arrastrándose por el suelo, como si alguien estuviera siendo empujado o arrastrado. Katherine levantó la cabeza lo suficiente para ver cómo dos de los hombres que la habían secuestrado aparecían, arrastrando a alguien más hacia la oscuridad del almacén.

Un chico. Apenas podía ver su rostro, ya que llevaba una tela negra que cubría su cabeza, pero la forma en que lo trataban, como si fuera solo un objeto, la hizo sentir una punzada de angustia. Lo empujaron y lo hicieron caer al suelo con un ruido sordo, justo frente a ella. El chico, atado de las manos y los pies como ella, intentó levantarse, pero el esfuerzo fue en vano. La fuerza con la que lo habían tirado lo había dejado claramente aturdido.

Katherine lo observó en silencio, los latidos de su corazón golpeando con fuerza en su pecho. No podía entender por qué lo traían. ¿Quién era él? ¿Qué hacían con él? Y lo más importante, ¿por qué lo habían traído junto a ella? El pensamiento de que este chico estuviera relacionado con todo el asunto de su secuestro le causaba un escalofrío. Intentó no mirar demasiado, manteniéndose lo más tranquila posible. Si algo había aprendido en su vida era que cuando estás en peligro, debes mantener la calma.

Los hombres no dijeron ni una palabra. Uno de ellos simplemente se apartó, mientras el otro miraba a Katherine con una expresión de desdén, como si su presencia fuera una molestia para él.

-Asegúrense de que no se muevan. -La voz del hombre era áspera y autoritaria, mientras deslizaba una cuerda más entre el chico y Katherine, asegurándose de que ambos estuvieran firmemente atados.

El chico gemía por lo bajo, su rostro cubierto de sudor y suciedad, respirando con dificultad mientras luchaba contra las cuerdas. Katherine podía ver la desesperación en su cuerpo, la forma en que intentaba mantener la calma, como ella.

Cuando el hombre se alejó, Katherine aprovechó el momento. Con el poco movimiento que tenía, miró al chico con atención. Sus ojos se encontraron brevemente, y aunque no podía verle bien el rostro, sintió que había algo familiar en su mirada. No era alguien que estuviera ahí por accidente. Alguien lo había puesto en esa situación, al igual que a ella.

"¿Quién eres?" pensó Katherine, sintiendo el peso de la incertidumbre y el miedo. Estaba atrapada, y ahora, además, tenía a un desconocido con ella. Pero lo que más le preocupaba era que, con la oscuridad, con la soledad de ese lugar, la ansiedad comenzaba a crecer dentro de ella.

Sabía que debía esperar. Haël la encontraría. Siempre lo hacía. Pero ahora, con la presencia de este chico, las preguntas aumentaban. ¿Qué era lo que no le estaban contando?

Katherine miró a su alrededor, el lugar aún sombrío y con el eco de sus propios suspiros como único sonido en el aire. Los hombres se habían ido, dejándolos ahí, en la oscuridad, atados y prácticamente a merced de sus captores. La tensión en su cuerpo seguía intacta, y el dolor de los golpes de la furgoneta seguía punzándole la piel. Pero algo dentro de ella le decía que tenía que centrarse en el chico que acababan de traer, en ese extraño y silencioso nuevo prisionero que ahora yacía junto a ella, atado de la misma manera.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora