Katherine estaba sentada junto a Haël en el sillón, la luz tenue de la habitación dibujando sombras suaves sobre sus rostros. Los recuerdos del pasado parecían haber estado danzando en su mente, como una película que no dejaba de reproducirse, y su corazón latía en un ritmo tranquilo pero lleno de emociones. La tarde había caído silenciosa, y todo parecía en calma. Sin embargo, era imposible no notar la tensión que siempre había estado ahí, apenas oculta.
Mientras ella miraba hacia la ventana, perdida en sus pensamientos, la cálida y profunda voz de Haël rompió el silencio. Sus palabras fueron suaves, susurradas cerca de su oído, lo suficiente para que el vello de su piel se erizara.
-¿Sigues queriendo que te coma el lobo, niña? -preguntó, con una mezcla de desafío y deseo que solo él sabía cómo transmitir.
Katherine sintió que el aire a su alrededor cambió, como si el tiempo mismo se hubiera detenido por un momento. Su cuerpo reaccionó al instante, la piel calentándose al sentir la cercanía de él. No era la primera vez que le lanzaba una provocación así, pero esta vez, la forma en que lo dijo, la suavidad en su tono, hizo que algo en su interior se removiera.
Se giró lentamente hacia él, sus ojos buscando los de Haël, encontrando esa intensidad que siempre tenía cuando quería transmitir algo más allá de sus palabras. El calor de su aliento rozó su piel, y la pregunta, esa misma pregunta que lo había dejado tan claro hacía años, ahora era una reafirmación de lo que siempre había estado presente entre ellos.
Katherine no pudo evitar sonreír, un gesto lleno de nostalgia y deseo, mientras sus labios formaban una respuesta que no necesitaba muchas palabras.
-Siempre lo he querido, Haël -respondió, su voz más baja, más profunda. No era solo una afirmación de lo que había sido, sino también de lo que seguía siendo. El deseo, el peligro, la pasión, todo eso lo había sentido desde el primer día que se cruzaron, desde el primer momento en que él había sido el lobo que se le ofrecía sin reservas, y ella había sido la niña dispuesta a dejarse atrapar.
El silencio se alargó entre ellos, y sus ojos se encontraron una vez más. Haël no dijo nada, pero su mirada, tan fría y posesiva, lo decía todo.
El lobo no se apartaba nunca de su presa.
-Eres mi niña-dijo apartando un mechón de su pelo-siempre lo has sido.
Katherine se rió.
-¿Ya no estás enfadado?
Haël sonrió, era una sonrisa que ocultaba otras cosas detrás.
-Sigo enfadado-miró el rostro de Kate, de arriba a abajo, escrutándolo-pero ya me lo cobraré más tarde.
El sonido de la puerta del hospital se abrió con un leve chirrido, rompiendo la tensión palpable entre ellos. Los pasos del doctor resonaron en el pasillo, rápidos, decididos. Al llegar frente a la sala de espera, se detuvo un momento, mirando a su alrededor antes de fijarse en Katherine y Haël. Su expresión era seria, aunque no del todo alarmante, lo que trajo un suspiro de alivio a Katherine, que había estado esperando noticias desde que Jake fue ingresado.
El doctor, con su bata blanca impecable y su rostro enrojecido por el esfuerzo, dirigió su mirada hacia Katherine, luego hacia Haël, como si ya esperara que ambos estuvieran ahí.
-¿Los familiares de Jake? -preguntó en un tono profesional, aunque con un matiz de preocupación. Sus ojos se posaron en Katherine, y aunque la situación era grave, había algo en su voz que no dejaba lugar a una respuesta negativa.
Katherine, que apenas había podido apartar la mirada de Haël, se levantó lentamente del sillón. La presión en su pecho no disminuía, aunque su rostro intentaba mantener una apariencia tranquila.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...