El hospital tenía un aire tranquilo esa mañana, con el sol filtrándose a través de las ventanas y las habituales prisas aún a algunas horas de comenzar. Katherine empujaba la silla de ruedas del señor Martínez por los pasillos, aprovechando el momento de calma para charlar. El anciano, que llevaba ya varias semanas bajo su cuidado, siempre tenía algo interesante o gracioso que decir.
—A veces, cuando pienso en lo que me espera al salir de aquí, me dan ganas de quedarme otro mes, Katherine —comentó el señor Martínez con una sonrisa traviesa—. Al menos aquí no me obligan a hacer las tareas de la casa.
Katherine se rió, acostumbrada a los chistes del señor Martínez.
—Le aseguro que su esposa estará más que feliz de volver a tenerlo en casa. Aunque tal vez le ponga a trabajar un poco más de lo que le gustaría.
—¿Ves? Eso es lo que me preocupa. Seguro me tiene reservada una lista de tareas para todo el año.
Katherine sonrió y lo empujó suavemente hacia una de las ventanas, donde podían ver el jardín del hospital. Era uno de los lugares preferidos del anciano, donde a menudo se sentaban a disfrutar del aire fresco y del sol de la mañana.
—No se preocupe, yo lo defenderé si se pasa con las tareas —bromeó Katherine mientras acomodaba la silla para que Martínez estuviera cómodo.
Mientras charlaban, una figura familiar apareció a lo lejos, caminando por el pasillo. Era Kevin, su amigo de la facultad, vestido con su nuevo uniforme de trabajo. Ella ya sabía que ese día comenzaría su nuevo trabajo en el hospital, pues lo habían hablado cuando quedaron para tomar café la semana pasada. Pero verlo allí, en su primer día, hizo que todo pareciera un poco más real.
Kevin se acercó con una sonrisa tímida, visiblemente emocionado pero tratando de disimular los nervios de su primer día. Su uniforme azul estaba impecable, y llevaba en las manos una carpeta con papeles que parecían una mezcla de información y formularios que debía completar.
—¡Kevin! —dijo Katherine, con una sonrisa de bienvenida—. Bienvenido a tu primer día de trabajo.
Kevin sonrió más ampliamente, relajándose un poco al ver a Katherine. Había una complicidad natural entre ellos, nacida de los años compartidos en la facultad.
—Gracias, Kath. Ya sabes, es un poco raro estar aquí como empleado y no como visitante —dijo él mientras echaba una mirada rápida al anciano en la silla de ruedas—. ¿Cómo va todo por aquí?
—Todo en orden. Aquí estamos, disfrutando del paseo matutino —dijo Katherine, dándole una palmada en el hombro al señor Martínez.
El anciano miró a Kevin con una mirada crítica, como si estuviera evaluando cada movimiento del joven. Era una expresión que Katherine había aprendido a reconocer; el señor Martínez no era fácil de impresionar.
—¿Tú eres uno de los nuevos? —preguntó el anciano, estrechando los ojos ligeramente.
Kevin asintió, con su sonrisa habitual.
—Así es, soy Kevin. Estoy empezando hoy en el equipo de fisioterapia —dijo con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo.
—Fisioterapeuta, ¿eh? —murmuró Martínez, como si estuviera ponderando la información.
—Sí, eso intento —respondió Kevin, claramente intentando caerle bien al anciano—. Espero que todo salga bien, es un lugar grande y todavía me estoy acostumbrando.
Katherine miró a Kevin con una mezcla de afecto y simpatía. Sabía que su amigo estaba un poco nervioso por comenzar en un entorno tan nuevo, pero confiaba en que se adaptaría rápidamente. Además, le alegraba tener a alguien conocido cerca en el hospital. Aunque Kevin a veces dejaba entrever algo más que una simple amistad en sus gestos y palabras, ella siempre lo había visto como eso: un amigo. Nada más.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...