Capítulo 97.

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La habitación estaba oscura, iluminada solo por una luz tenue que colgaba del techo, creando sombras danzantes en las paredes manchadas. En el centro de la habitación, un hombre estaba colgado, sus manos atadas a un gancho de metal. Su cuerpo colgaba de forma precaria, mientras el sudor resbalaba por su frente y su respiración se volvía cada vez más agitada. Haël se acercó, sus ojos oscuros centelleando con una mezcla de ira y determinación.

-¿Dónde está Katherine? -demandó, su voz grave resonando en el espacio reducido. El hombre, uno de los hombres de Carlos, miró a su captor con miedo, su rostro pálido y lleno de desesperación.

-No tengo idea de a qué te refieres -respondió el hombre, intentando mantener la compostura a pesar de la situación. Pero Haël no tenía intención de dejarlo ir tan fácilmente.

Con un movimiento rápido, Haël sacó un cuchillo y lo acercó a la cara del hombre, haciendo que este se estremeciera. La hoja reflejó la luz, cortando la tensión en el aire.

-Sabes que me estás mintiendo. La última vez que vi a Katherine, estaba contigo. Si no me dices lo que sé, haré que desees no haber nacido.

El hombre tragó saliva, su mirada nerviosa saltando entre el cuchillo y el rostro amenazante de Haël. La habitación estaba impregnada de un silencio inquietante, roto solo por el sonido del sudor goteando del rostro del hombre.

Haël había hecho esto muchas veces antes, pero cada vez era diferente. Cada vez que se encontraba en esta situación, la idea de que Katherine estuviera en peligro se apoderaba de él. No podía soportar la idea de que ella sufriera por culpa de su padre o de cualquiera de sus hombres. Ella era todo para él.

-¡Te lo juro! No sé dónde está -suplicó el hombre, la voz temblorosa.

En ese instante, Haël sintió un rayo de ira cruzar por su cuerpo. Era el momento de hacer que el hombre hablara. Con un movimiento decidido, levantó el cuchillo y, justo cuando estaba a punto de infligir el primer corte, su teléfono sonó, rompiendo la concentración en la sala.

Resoplando, se detuvo y miró la pantalla. Era un número que conocía demasiado bien. Carlos. La rabia y la frustración se agolpaban en su pecho mientras la presión de la situación lo apretaba.

-Esto es una trampa -murmuró para sí mismo, pero aceptó la llamada. Su voz era baja y cortante.

-¿Qué quieres, viejo? -dijo, la furia apenas contenida en su tono.

-¿Qué tal, hijo? -la voz de Carlos sonó en el altavoz, suave y burlona, como si estuviera hablando de un simple asunto de familia-No era necesario robarme uno de mis juguetes, niñato malcriado.

Haël sintió que la sangre se le subía a la cabeza.

-Devuélveme a Kate -exigió, cada palabra una estocada, un intento desesperado por mantener el control de la situación.

Carlos soltó una risa baja, casi divertida.

-Oh, ¿y qué me darás a cambio? -preguntó, la diversión en su voz desbordando cualquier tipo de seriedad.

-Te diré lo que quiero. Quiero a mi hombre de vuelta -dijo Carlos, como si se refiriera a un juguete que le habían quitado.

La mente de Haël se llenó de confusión y cólera. La vida de Katherine estaba en juego, y aquí estaba su padre, como siempre, jugando a sus juegos retorcidos.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora