45. City boy.

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Narrador:

Alex estaba recostada en su cama como solía estarlo la mayoría del tiempo. No hacía absolutamente nada, simplemente estaba recostada pensando en la nada. No se sentía en el humor exacto para estar fuera de su habitación.

Solía pasar el tiempo libre con Finn, pero desde hace cinco días no le dirigía la palabra en lo absoluto. Pese a que deseaba hacerlo, se resistía.

Quería que Finn aprendiera su lección y no se tomará a juego las cosas, y sobretodo para que se diera cuenta que sus palabras ya acciones tenían consecuencias.

—Mugrosa —escuchó la voz de Nick, se movió un poco para lograr ver su cabeza asomándose por su puerta—, te dejaron algo en puerta. Ven recogerlo porque estorba casi tanto como tú.

—No tengo ganas de bajar, déjalo ahí —contestó para volver a recostar su cabeza y cerrar sus ojos—. Tengo sueño y me quiero morir dormida, gracias.

—Solo recoge tu cosa y regresas a la cama.

—No quiero. Deja de molestar. Si es comida me la traes.

Nick soltó un largo suspiro ante la situación, Alex no tenía ni la más mínima iniciativa de querer bajar.  Se acercó a la cama y resopló viéndola y analizando qué hacer.

—Arriba las estúpidas, abajo la depresión —la tomó con brusquedad del torso para posteriormente subirla en su espalda y caminar con normalidad.

—¡Ya Nick! ¡No estoy de humor!

—Nunca estás de humor.

—Cállate. Ya bájame, quiero dormir, en serio.

—¿Te dejas de mover? Gracias —comentó caminando con ella en brazos.

—¿Qué te pasa? No soy un saco de papas como para que me andes cargando por toda la casa, bájame —reclamó en sus brazos.

Nick la ignoró y bajó las escaleras con un tanto de irregularidad.

—Desde aquí puedo ver tu trasero, no me gusta estar de cabeza.

—La vida está llena de cosas desagradables, como tú.

—Te pareces a mí, estúpido.

—Estás más ligera que la última vez, el ejercicio me ha ayudado más de lo que creí.

—Estás más debilucho que yo y eso que no hago ejercicio.

—Tu único ejercicio es aprender groserías en otros idiotas, vulgar.

—Y tú lo único que alzas son las bolsas de tus papas.

—Fin del paseo, estúpida —comentó mientras la bajaba con delicadeza.

Alex rodó los ojos recuperando su postura.

—¿Y qué se supone que tenía que ver?

—Mira la mesa.

Alex giró en su entorno para posar la vista en la mesa de unos metros.

Unas rosas blancas y girasoles fueron todo lo que acaparó la atención de la chica haciéndola acercarse cada vez más a estas con curiosidad.

—¿Son de... Mary? —preguntó tocando una rosa—. Qué bonitas.

—Míralas bien —animó.

Olió su característico aroma, aquel que tanto le gustaba y con una sonrisa tomó la nota que había encima de esta.

"Para la pelirroja de mis sueños..." era lo único que marcaba, apenas iba a girar sintió unas manos posarse en su cintura, se giró levemente y vio los característicos rulos de Finn.

Waves -Finn Wolfhard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora