73. Baby I'm yours.

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Finn:

—Finn ya por favor, le tengo miedo déjame.

Alexandra seguía aferrada a no querer entrar a la alberca y permanecer en solamente la orilla, y por más que tratará de intentar convencerla todo parecía inútil, la maldita era más fuerte que yo y no podía con su jodida fuerza.

Es una bruja, fuerte, pero bruja.

—Amor, solo piensa que es la orilla de la playa —guiñé. Nuevamente intenté llevarla a la fuerza, pero todo era en vano—. Ven conmigo, yo te enseño.

—Si entro a la alberca me muero ahogada. ¡Soy muy joven para morir! —se zafó de mi agarre.

—Yo te enseño a hacerlo, miedosa.

—Si me hubieras dicho eso meses atrás hubiera estado feliz de morirme, pero ahora quiero vivir. Gracias por la oferta de muerte, pero la rechazo.

—Lo digo en serio, te enseñaré. No es tan difícil como crees.

—No, cuando intentas quitarme el miedo a algo siempre terminas haciendo que me dé más miedo. Te veo desde aquí —alzó los pulgares.

—Yo te voy a cuidar, nada te pasará mientras estés conmigo —sonreí intentando manipularla con ello.

Si los jalones, la fuerza y la pérdida de dignidad no ayudaban en nada, siempre podría usar mi último truco; mi sonrisa encantadora.

Alexandra pareció dudarlo unos segundos y después asintió tomando mis manos y al mismo tiempo entrando a la alberca.

¿Ven? La manipulación por medio de mi hermosa sonrisa es lo más fácil.

—Mira, tú sola puedes flojas, ¿Ves? —la guíe alejándola lentamente de la orilla sin soltar nuestra manos—. Ven, vamos a la otra orilla y te muestro cómo hacerlo.

—No siento el suelo, ya me asusté. Ya no quiero.

—Relájate —reí—. No te voy a soltar.

—No sé si es peor morir ahogada o morir ahogada contigo "cuidándome."

La verdad es que ella era bastante miedosa para muchas cosas. Una de ellas era el nadar.

Era como un perro chihuahua, todo le daba frío y miedo. Y una cosita chiquitita, rabiosa y llena de miedo que jamás se calla.

¡Wow! Alguien debería darme un premio por haberla descrito tan perfectamente. Aunque será mejor no decirle que la veo como un perro chihuahua, creerá que le digo perra y terminaré con un regaño y sin besos por dos semanas.

—¿Puedes dejar de clavarme las uñas en la espalda? Hay personas que piensan mal —le miré divertido lo que a ella no le causó ni la más mínima pizca de gracia.

Si me pudiera ahogar lo haría, lo bueno que no sabe nadar y me necesita.

No sé en qué momento esa miedosa enrollo sus piernas en mi torso y me tomó del cuello acercándose aún más a mí. Genial, ahora soy un flotador viviente.

—No puedo, morí.

—¿Cómo quieres que te enseñe a nadar si literalmente estás encima de mí, Evans?

—Mira inútil, no te pedí ayuda. Me obligaste y ahora me da miedo no sentir el suelo gracias a ti.

—¿Y qué te hace creer que encima de mí lo vas a encontrar? —reí viéndola.

Su cuerpo en verdad estaba aferrado a mí. En otras circunstancias amaría esto, pero tengo que enseñarle a nadar y teniéndola encima mío no lograría nada.

Waves -Finn Wolfhard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora