01. All again.

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Alex:

Mayormente, los cambios eran necesarios. El ser humano evoluciona constantemente.

Los cambios eran normales y algunas veces eran buenos, pero no siempre.

Ese era mi miedo; el cambio negativo.

Les temía a muchas cosas. Pero mi mayor miedo era el estar sola, sentirme vacía y abandonada. Y aquella casa me hacía sentir así.

Mi casa no se sentía como tal. Vivir bajo el techo de mi padre, me hacía sentir sola. Desde tiempo atrás me sentía sola, completamente vacía, sin ganas de nada. Perdiendo el interés en las cosas que solía amar y querer. Justo después de la perdida más grande de mi vida no había dejado de perder más y más.

Hasta el día de hoy. Hoy, sentía finalmente haber perdido lo único que podía decir que tenía; mi padre.

No éramos cercanos para nada, y pese a que sabía que parte de eso era mi culpa. También era suya. De ambos.

Lo quería, pero era verdaderamente dañino para mí, y yo para él.

Y quizá estar lejos uno del otro era lo mejor, pero la manera en que lo hacía me enojaba a tal punto de hacerme llorar. Aún más.

Hubiese preferido irme a vivir con alguien de familia lejana, o incluso mi abuela, pero no. Le parecía mejor mandarme con desconocidos para mí.

Eso me enojaba.

—Alexandra Evans, ¿Me estás prestado siquiera un poco de atención, jovencita? —alce la vista viendo a mi padre unos segundos para después girar mi cabeza a otro lado.

—No —respondí viendo la ventana—. ¿Qué me decías?

Scott gruñó y siguió manejando.

—Como decía, cuando llegues al aeropuerto en Vancouver, Mary y Eric te estarán esperando. Me han comentado que Fi... —interrumpí.

—Está bien, me las arreglaré allá.

—Espero entiendas que... —volví a interrumpir viéndolo.

—... esto es lo mejor para los dos —completé—. Ya me lo has dicho cientos de veces, no es necesario decirlo una vez más.

Scott solo asintió algo desconcertado.

Me sumí de hombros y me quité el cinturón para después abrir la puerta del auto y bajarme.

Él también se bajó y sacó mi maleta.

—Bueno, aquí nos despedimos. Necesito volver al trabajo, tengo una junta importante —asentí tomando mi mochila y la maleta—. Espero que la distancia nos ayude a ambos.

—El psicólogo sonaba mejor —me alce de hombros—. Scott, ya déjalo así, no me tienes que dar tus sermones y lo sabes.

—Alexandra, debes cambiar ese carácter tan frío y molesto tuyo. No entiendo porque eres así —me miró mal.

—Quizá soy tu reflejo —caminé un poco, pero me di la vuelta—. Ojalá nos veamos en mil años. Quizá conmigo lejos ya tengas mucho más tiempo para darle a tu asquerosa empresa, a la cual pones por delante de mí, padre.

—Por lo menos la empresa no es tan molesta —dijo a mis espaldas.

Rodé los ojos y seguí caminando al aeropuerto.

Solo escuché el motor del auto prenderse y después alejarse, y ahí va.

Nunca había sido buena con las despedidas, me quedaba sin palabras.

Waves -Finn Wolfhard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora