18. 3:00 am.

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Finn:

—Entonces, ¿Ya no le vas a hablar a Caleb?

—Ajá —continuó caminando hasta la entrada de la casa, abrió la puerta y salió.

—¿Y por qué no sólo sigues siendo su amiga, pero te dejas de permitirle ciertas cosas? —cuestioné.

—Nah, es más fácil ignorar a las personas —se alzó de hombros y subió a la camioneta que nos llevaría al ensayo de la banda—. Como decía, ¿Me prestas tu guitarra después de tu ensayo?

—¿Quieres romper mis cuerdas? —alce las cejas.

—No, esta vez no. La vez pasada estuve a punto de, pero no lo hice.

—¿¡Querías lastimar a mis preciosas novias!? —grité.

—Pues sí, me habías despertado muy temprano y me llamaste estúpida.

—Entonces, ¿Tú me puedes decir miles de insultos en el día, pero yo a ti no? Eso no tiene sentido.

—Din dong, correcto. Y soy niña chiquita, respétame.

Alce una ceja cruzándome de brazos.

—Oh, cierto. Tú también eres niña, se me olvidó —me miró burlonamente.

—Tienes boca de camionero, la niña soy yo —alce mi mano en modo diva. Cosa que fracasó.

—Tu puta madre.

—¿Qué dijiste, Alex? —mamá giró mirándola fijo con su ceja levantada.

—Uy, ¿Yo? ¿A poco yo estaba hablando? ¿Yo? Me está confundiendo señora Wolfhard —sonrió mostrando sus dientes.

—Deja a Alex en paz, Mary —ordenó papá.

—¿Por qué defiendes tanto a esta niña horrible que parece animal y camionero? —dije y al instante recibí un golpe de Kendall.

—¡Camionero tu trasero, animal!

—Alex, quedamos que los insultos y groserías serían moderados —recordó mamá girándose de nuevo hacia enfrente.

—Ahora que recuerdo —la miré—. Tú y yo teníamos una apuesta —apunté con mi dedo la pelirroja la cual negó rápidamente.

—Yo no me acuerdo de eso —rodó los ojos.

—Habíamos quedado en que por cada insulto eran diez dólares —extendí mi mano.

—Pues fíjate que eso fue hace como tres semanas y ya se venció tu tiempo de cobro —se alzó de hombros—. Además, la apuesta era solo unos días, venció.

—Finn, deja de tratar de ligarte a Alex, en tu vida te va a hacer caso —dijo Nick que recién entraba en la camioneta.

—No estoy ligando con ella, le estoy cobrando —rodé los ojos—. Aquí al que le gusta Alex es a ti, pedazo de idiota.

—No me gusta lo ilegal —se alzó de hombros—. Además, si tú y Alex tuvieran una relación, Alex sería el hombre y tú la mujer.

—¿Por qué yo el hombre? —frunció el ceño la pelirroja—. Me dan asco los hombres, gracias.

—Porque... descubran porque —rio levemente—. ¿Cómo te van a dar asco los hombres?

—Son idiotas —se alzó de hombros.

—No digas eso, tu padres hombre —recordé.

—Mi papá encabeza la lista de idiotas —hizo un puchero divertida.

Waves -Finn Wolfhard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora