Tristeza

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Llegue a mi casa ya más tranquilo, abrí mi cuarto y dejé mi mochila en la silla de mi pequeño escritorio, quería recostarme pero mi madre me detuvo al entrar sin tocar la puerta. — ¿No vas a cenar? — Dijo asomándose por la puerta.

— No mamá, comí un poco tarde en la universidad. —

Cuando mi madre salió, al fin pude recostarme para relajarme un poco antes de hacer unos archivos del trabajo y hacer poca tarea y finalmente dormir. Durante el pequeño descanso que me tome, cogí mi celular y empecé a ver mis redes sociales, después de todo seguía siendo un joven. Revisé Facebook y no había mucho por haber y ver, conteste los mensajes de WhatsApp que tenía que la mayoría eran del trabajo y uno que otro eran de varios tipo pidiéndome cuando nos podríamos ver para coger.

Desde que Esteban se volvió un mal recuerdo mi actividad sexual aumentó considerable, sin pensarlo estaba haciendo lo contrario a lo que me había aconsejado, por supuesto usaba protección pero al final sentía que solo lo hacía para vengarme un poco. Que estúpido era...

No conteste ningún mensaje de sexo, ya que gracias a Damián esa maña que había agarrado poco a poco se estaba esfumado. Quiero darle una oportunidad pero... Necesito tiempo... — Damián... Esteban... — Dije con un dolor latente en mi pecho dejando caer una pequeña lágrima por mi rostro.

*

*

Era ya el día siguiente, un domingo en medio día en la cual no estaba de buen humor, estaba en un restaurante donde estaba ayudando a mi padre en el mantenimiento de un refrigerador, la verdad no me agradaba mucho ir con él a este tipos de trabajo, estaba en la plaza comercial más popular de la ciudad, con mi atuendo de playera lila, pantalón de mezclilla y mis tenis azules me sentía completamente fuera de lugar con toda la gente bien vestida a mi alrededor.

— Hijo, podrías pasarme la pinza de corte y la llave de media. —

— Ok. — Rápidamente le pase las herramientas.

Nos encontrábamos en la estrecha cocina, a pesar de ser un restaurante elegante, todas sus zonas de trabajos eran estrechas no cabían más de cinco personas. Me sentía demasiado incómodo. — Por favor mueve poquito el refrigerador.

— Si, ahí voy. — Poco a poco y lento moví aquel refrigerador que no estaba pesado, pero si costaba trabajo, mi esfuerzo fue a tal grado que mi agarre se soltó del electrodoméstico dando unos pasos hacia tras resultado de la inercia chocando con alguien que me sostuvo de los hombros con sus manos.

— Cuidado. — Dijo una voz grave y algo divertida.

— Darío ten más cuidado, hijo. — Mi padre estaba molesto por mi torpeza.

— L-Lo siento. — Nervioso volteé y vi de repente a Julián con una sonrisa en su rostro. Julián Arizmendi venía siendo el encargado del restaurante. Un joven de 26 años de edad, piel media blanca, alto y cuerpo definido por deportes como alpinismo y ciclismo, cabello corto bien peinado y unos ojos miel con unas pequeñas arrugas en los lados externos que se le veían bien y una barba completa recién creciendo. Vestido con una playera blanca justada, con pantalón de mezclilla y tenis, no se veía como un niño rico y mucho menos como un encargado de un restaurante de alta categoría. Julián era amable aunque un poco serio, por mi parte me daba igual este tipo ya que nunca habíamos hablado debido a que el trabajo era de mi padre y no mío... Yo solo era el ayudante. — Gracias. — Dije un poco serio separándome de aquel hombre.

— Señor Rivero, ¿Cree que este hoy el refrigerador?— Dijo soltándome, sin ponerme mucha atención, yo por mi parte me hice a un lado.

— Claro que sí, Julián. De hecho solo le agregó gas a la línea de enfriamiento, apretar el compresor que estaba algo suelto y unos cables y todo listo. — Mi padre sonreía ante aquel joven, siempre era así cuando estaba en frente de uno de sus empleadores, por alguna razón me molesta.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora