En la oscuridad

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Después de la cena en Luna café, mi bello ángel y yo acabamos la velada hablando en la cama, cientos de temas salieron a flote y simplemente las horas se nos fueron volando, muchos pensarán que lo mejor para terminar la noche es haciéndole el amor, pero... Por alguna razón estábamos más cómodos con la plática, creo que ambos llegamos a ese punto de madurez donde el sexo es bueno, pero no es lo primordial en la relación. Mi bello ángel y yo estábamos más concentrados en enamorarnos de nuevo por nuestras palabras y acciones que por nuestros movimientos en la cama, los cuales ambos ya conocíamos como la palma de nuestra mano.

Por mucho que me cueste creerlo, tal vez mi bello ángel y yo estábamos destinados a estar juntos desde siempre, había cosas que había estado liando desde hace años, pero que hasta cierto punto pensé que era casualidades, pero conforme me quedaba pensando sentía que era el destino que nos fue uniendo.

— ¿Por qué estamos aquí? — Había organizado otra salida con mi bello ángel días después: Caminar, un helado, platica al por mayor, algo sencillo. Lo que le sorprendió fue que lo haya traído a un viejo parque que se encontraba a la vuelta de su antigua secundaria.

— Este lugar me recuerda mucho al pasado, porque cuando me retiré de la casa de mi padre y él me cerró la puerta en todos los bufetes, aquí me sentaba a leer el periódico y buscar trabajo, a pensar y hacer cuentas. Vivía en un pequeño cuarto a unas calles de aquí, todo esto antes de que el profesor Torres me introdujera a la joyería. — Comenté con una nostálgica sonrisa, a lo que mi bello ángel bajó su mirada.

— A mi me recuerda este lugar a mi temporada de rebeldía. Cuando estaba en secundaría fue que descubrí que sentía atracción por los hombres, era frustrante porque escuchaba a mi alrededor como todos se referían a las personas gay en ese entonces: Puñetas, jotos, come pitos, asquerosos, fenómenos, putos... Quería gritar y sacar todo lo que tenía dentro, pero no lo hice. Fue entonces que comencé a juntarme con los chicos mayores. —

— Las malas influencias de la secundaría, todos tuvimos algún contacto con chicos así. — Comenté riéndome.

— Bueno, si eran medio cholos, bebían, fumaban, se salían de clases, incluso algunos fumaban hierba y yo les seguía el juego como cualquier niño que quería ser un chico cool y atrevido en ese entonces, sin embargo, no eran tan malos como parecen. — Sonrió.

— ¿Disculpa? A mis oídos ellos me parecen malas influencias de los peores. —

— Es porque no los conoces. — Comentó haciendo una mirada nostálgica en dirección a su antigua secundaría. — Ellos me enseñaron el valor de la lealtad y el compañerismo, si eran malos como dices, y tengo la culpa por hacer muchas cosas malas, pero al final de cuentas hubo un momento en que con tan solo 14 o 15 años nosotros estábamos teniendo una platica bastante de adultos, hablando de los problemas que teníamos dándonos consejos, incluso pensando en un futuro. Eran malas influencias, pero también tenían algo bueno. — Comentó haciendo una leve sonrisa.

— Lo bueno es que cortaste relación con ellos. — Dije con seguridad, pero Darío comenzó a reír.

— No tanto... Uno de ellos es el arquitecto que hizo la cafetería de San Miguel de Allende, otro es el dueño del moto servicio que usamos, mientras otro tiene un servicio de taxis, y hay uno que puso sus peluquerías para mascotas, Jairo el de la central de Abastos es otro compañero y nos has surtido las verduras desde hace 10 años y hay otros que si se fueron por el mal camino, pero que siempre que a veces iban a la cafetería me decían que si necesitaba algún paro les mandara un mensaje y ellos saldaban cuentas por mí. —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora