El tío Roberto y un amigo...

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Darío Rivero se encontraba mirando a tu tío Roberto Rivero ser flash, corriendo de arriba para abajo mientras sus hijos reían al ver como él solo ponía la mesa, partía fruta para poner sobre la misma, cambiar cortinas, cubre sillones, trapear, barrer.

— Veo que el tío al final no hizo ningún aseo a la casa. — Comentó Damián tomándole un boomerang en su cuenta de Instagram. — Aseando la casa en tiempo récord. —

— Etiquétame. — Darío dijo entre risas, pero sin dejar ver como su tío se movía. — Tío ¿Quieres que te ayudemos? —

— ¡No! ¡De por si tengo a tu esposo cocinando! ¡Tengo que apurarme antes de que ese idiota llegué! —

— ¿Puedo preguntar...? — Pero el sobrino no pudo terminar su pregunta porque en ese momento el timbre comenzó a sonar y Roberto dio un pequeño salto del susto. Rápidamente de nuevo el hombre se miró al espejo fugazmente acomodando todo de él para después abrir la puerta al terminar un suspiro profundo.

— En verdad viniste Mario. No lo puedo creer. — Dijo con total seriedad y serenidad que los invitados solo abrieron los ojos al notar como estaba tranquilo como si no hubiera hecho el aseo expreso hace segundos. — Te dije que estaba con mi sobrino y aun así viniste. —

— Es que no iba a dejar pasar tal oportunidad. Tengo que conocerlo, es tu sobrino. — En la entrada se dejó ver de repente a un hombre que al igual que Roberto tenía la cabellera platinada al igual que su gran barba que sobre salía, una mirada un poco seria, pero por lo que habían escuchado era todo lo contrarío a ser alguien serio. — Hola, buenas tardes. — Saludó el hombre mayor viendo a los dos infantes y al chico que estaban sentados en la mesa pero que enseguida se levantaron y respondieron a dicho saludo.

— Él es un viejo amigo mío. Lo conocí en mi primer trabajo en un rancho en Guadalajara. Su nombre es Mario Gutiérrez y es una molestia. — Dijo con seriedad el tío, pero al otro hombre mayor parecía no importarle.

— Si soy... Mucho gusto a todos. Mi nombre es Mario. — Estrechó la mano de todos, sin embargo, se le quedó viendo a Darío detenidamente. — Me recuerdas a Caballito cuando tenía 25 años. —

— ¿Caballito? — Mencionó extrañado mirando a Mario, quien son su dedo apuntó directamente a Roberto.

— Tu tío Roberto siempre será "Caballito" para mí. — Damián pequeño no pudo resistir la risa, incluso el mismo Darío no estaba riendo, pero su cara se puso roja al tensar sus labios para que ningún sonido saliera. En ese momento Roberto se acercó dándole un zape a Mario con total enojo.

— 37 años y nunca dejas de decirme así. — Comentó con seriedad.

— Sabes que es con cariño, mi caballito. — Roberto rodó sus ojos mientras se dirigía a la cocina. Darío y los niños se quedaron, pero los niños de repente recibieron un regalo de parte del hombre recién llegado. — Una muñeca para la pequeña y uno audífonos inalámbricos para el joven. — Ambos infantes pusieron una cara de alegría al ver sus regalos, para después agradecerle e ir a la sala a darle usos a sus nuevos objetos.

— Pero ¿Cómo...? — Se sorprendió Darío al ver que el hombre traía regalos.

— Caballito me llamó ayer emocionado, me contó todo acerca de que ibas a venir hoy con tu esposo y tus dos hijos. Estaba un poco indeciso en los regalos porque no sabía que edad tenían los niños, que bueno que no me equivoqué. — De inmediato Mario sacó una pequeña caja de su bolsillo dándosela a Darío, al abrirla el chico se quedó sorprendido al ver que se trataba de unos anillos. — Eran de tu tío cuando era joven. No dejes que los vea. — Guiñándole el ojo Mario sonrió con una alegría.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora