Damián: Ojalá fuera eterno

203 25 1
                                    


¡Tu, la familia y toda tu porquería de despacho! ¡Se pueden ir mucho al carajo! ¡Todos púdranse en el maldito infierno! —

Y así es como salí del despacho de mi padre y así olvidar que alguna vez pertenecí a ese lugar y a esa familia a mis 26 años. Quien diría que sería tan pendejo como para creer que mi padre podría ayudar a alguien inocente, no era así... Él solo pensaba en el dinero y la fama de ser el gran jefe del mejor despacho jurídico no solo de la ciudad, sino de toda la región, dejando en libertad a asesinos, estafadores, políticos corruptos todo aquel que pudiera pagar la modosa cantidad de los honorarios.

En un principio, cuando acabé mi carrera pensaba que con seguirle el juego durante unos meses podría juntar el dinero suficiente para independizarme y tener un propio despacho, pero mi moral no pudo aguantar mucho, ver aquellas familias llorando, personas desmoronadas emocionalmente al no encontrar justicia en sus caso era lo que más me remordía por dentro.

Al irme también implicaba un asunto bastante importante... Mi padre no se iba a quedar con los brazos cruzados ni él, ni mis 2 hermanos menores, ellos aun no tenían el valor de rebelarse por lo cual seguirían sus ordenes, sobre todo Fabián. Y así fue, hicieron todo lo posible para evitar que pudiera laborar como abogado. Se venían tiempos difíciles y no podía evitar sentirme temeroso de ello.

— ¿Qué debo de hacer ahora? — Dije mientras era de noche en un parque, observé a chicos de secundaría pasar. Era la hora de salida del turno de la tarde y simplemente observé, aquellos días eran tan tranquilos, la emancipación total era un asco. — Tengo que encontrar un departamento, preferente amueblado que no esté caro y que esté céntrico... Es imposble, esto es un asco. — Enojado mordí mi labio inferior, mi pierna comenzó a moverse con nervioso y simplemente demasiadas cosas estaban en mi mente.

Los chicos de secundaria dejaron de pasar excepto por uno que venia caminando lentamente aun con todo y lo oscuro del parque, su cabellera oscura y sus ojos cafés eran intrigantes, observé que sacó de su mochila una cajetilla de cigarros observándola para despues introducir un encendedor. Mi sorpresa fue mucha cuando se detuvo frente a mi.

— Toma, creo que lo necesitas más que yo. La vida es dura ¿No? — Es lo que me dijo aquel niño entregándome la cajetilla. ¿Fumando a los 14 años? Me quedé un poco confundido mientras veia como aquel chamaco desaparecia de mi vista. Eran 3 cigarros los que estaban adentro y me fumé esa misma noche.

El primer año fue un tormento como lo había pronosticado, nadie en ningún despacho me quería contratar, incluso si alguien me requería, en solo horas me cancelaban. No quedaban muchas personas a las cuales recurrir, sentía la presión, el dinero se me agotaba y no tendría con que mantener ni a mí, ni al departamento que había rentado.

— ¿Damián? Eres Damián Morales Ponce de León ¿Verdad?—

— ¿EH? ¡¿Maestro Torres?! — Exclamé sorprendido — ¿Cómo ha estado? —

Mi maestro de taller de artes de la universidad y padre de un compañero de carrera estaba en la misma tienda de abarrotes que yo. Aquel hombre que me había enseñado mucho de las artes plásticas y escénicas, se encontraba con más canas y una mirada más cansada a como la recordaba, sus manos completamente dañadas del trabajo mostraba lo atento que era a su trabajo. Ambos platicamos bastante durante un rato en mi departamento que se encontraba cerca. De todo lo que había pasado desde que me gradué con su hijo hasta ese momento. No pude evitar decirle que estaba desempleado y que por culpa de mi padre no podía trabajar de abogado. — Tu padre es muy injusto, cerrarle las puertas a su propio hijo, eso es muy bajo. —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora