Los planes de Darío

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Darío bajo del taxi mirando a la entrada del cereso como lo esperaba Javier serio y cruzado de brazos, tan solo el ir ahí de nuevo después de todas las veces que fueron antes. Antes de llegar con su amigo ambos fueron a la entrada a registrarse con el guardia el cual reconoció a los dos al momento.

— No me digan que volvieron a encerrarlo. — Dijo con una sonrisa. — ¿Ahora que hizo el buen chico? —

— Ha pasado tiempo señor Trino. — Respondió Javier firmando en el cuaderno donde había puesto su nombre, seguido de Darío haciendo lo mismo.

— Ya ve, lo mismo. Volvió a mandar a un tipo al hospital. — Regresando con una mueca la libreta ambos entraron al cereso donde al adentrarse y pasar varias oficinas encontraron al ministerio público a la que iban a ver junto a un policía, la licenciada al verlo solo suspiró tristemente mientras el policía empezó a reír.

— Muchachos, me prometieron que no volvería a pelearse. El señor Saucedo no puede seguir así, otra visita a las rejas, óiganlo bien... Otra pelea y le mandare orden directa de formal prisión por 3 años por alterar el orden y daños a los cuerpos de policía porque esta vez hasta un agente salió herido. —

— Lo sentimos mucho Licenciada, en verdad solo fue una noche que lo perdimos de vista. — Dijo bajando su cabeza un poco Javier tratando de mostrarse avergonzado pero la verdad era que estaba enojado. Pero la vista de la mujer solo se fijó en Darío quien también tenía su mirada baja. — Si no estuvieran bajo la protección de los hijos de la familia Morales Ponce de León su amigo ahorita mismo estaría cumpliendo su sentencia. —

— Lo siento mucho licenciada Ramírez. Por cierto, en una hora le traen el pastel. — Comentó Darío mostrándole un mensaje de su celular donde Tadeo estaba en camino con el pastel.

— Gracias, Chuchin, por favor ve por el señor Saucedo. Y uno de ustedes vaya a pagar la multa, son 8 700 pesos. — Con voz firme dijo la licenciada dejando a los chicos hablar entre ellos.

— Amiga tu ve a pagar la multa y toma. — Dijo entregándole unas llaves. — Traigo el auto de mi primo, espéranos en la entrada. —

— Está bien. Traigo el dinero, después hacemos cuentas. — Tomando las llaves el joven, Darío fue a la caja para pagar, al recibir el comprobante de pago rápidamente se dirigió al estacionamiento al llegar al auto y subirse recibió una llamada viendo que se trataba de Fabián, rápidamente contesto.

— ¡Gracias! — Dijeron contestando al mismo tiempo. — Espera, ¿Por qué...? — Volvieron a hablar al mismo tiempo.

— Tu primero. — Dijo el abogado al otro lado de la línea.

— Teo. — Darío encendió el auto, viendo como sus amigos estaban saliendo de las oficinas.

— ¿Lo volvieron arrestar? No, yo no intervenir esta vez, tal vez fue Beltrán anda trabajando desde muy temprano. — Comentó Fabián serio.

— Oh ya veo. Entonces, ¿Qué me agradeces a mí? — Preguntó curioso.

— Acabó de saber que mi madre estuvo por el departamento hace rato, gracias por estar allí y que no se entrometiera donde se debía.

— Bueno, tuve que salir antes de que se fuera ella debido a que me avisaron acerca de Teo y salí disparado. — Darío estaba a punto de continuar con lo que le había comentado el doctor, pero le fue imposible ya que fue interrumpir antes de que pudiera cambiar el tema.

— ¿Qué? Rayos tengo que llegar rápido al departamento. Bye —

— Fabián espe... ra... — La llamada había terminado, suspirando y guardando el joven prosiguió a conducir a donde estaban esperándolo sus dos amigos, con una cara de seriedad como un padre Darío observó a Teodoro, venia hecho basura con su camisa guanga y rota, todo lleno de polvo y algunas machas que se notaban de sangre así mismo el venía con algunos raspones, moretones y un corte en su labio inferior. Javier subió al asiento del copiloto y atrás el otro chico, quien no volteaba su mirada al frente. Darío comenzó a conducir en completo silencio.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora