El Tío Roberto Rivero

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La mañana era brillante y todos los Rivero estaban almorzando en el comedor de la casa de la tía Conchita. El abogado Damián veía como su esposo y sus primos se veían radiantes a pesar de haber despertado hace minutos, olían aún a alcohol, durmieron sobre el pasto, donde se veían dos grandes charcos de vomito y ellos estaban como si nada en almorzando unos chilaquiles rojos con queso, frijoles, y un jugo de naranja.

— ¿Qué acaso no tienen cruda? — Preguntó el abogado mientras él comía de manera lenta y eso era debido a la cruda que cargaba en su cuerpo.

— Cosa de los Rivero, Damián. — Respondió Genoveva mientras tambien se encontraba con una mala cara. — Todos son iguales, no importa lo ebrio que se pongan jamás tienen cruda. —

— ¡Arriba los genes Rivero! — Dijeron los primos entre risas mientras todos seguían desayunando.

— Daniela ¿Quieres un poco más de jugo? — Darío extendió la jarra y la niña amablemente puso su vaso.

— Si papi. — Darío miraba con una sonrisa a su hija, pero de repente miró al adolescente Damián quien solo miraba con enojo el celular.

— Damián ¿Quieres más de desayunar? — Preguntó a su hijo, pero el chico solo se quedó en silencio y negó con la cabeza.

— No gracias. — No solo Darío lo había notado, Damián grande tambien había notado la mala cara que tenía el chico, pero estaba pensativo si poder intervenir en aquello ya que era un adolescente en temporada de punzada, por lo que todo podría complicarse en un paso en falso. Nadie movió nada, solo dejarían pasar todo.

Toda la familia de Darío se preparó y se cambió, los cuatro se subieron al auto de lujo del abogado mientras el primo Paco le daba unas ultimas instrucciones.

— Recuerden, al llegar deben de llamarle al tío Roberto ya que su departamento se abre con tarjeta llave. Igual si se pierden en el camino no duden en llamarle. Me gustaría ir tambien, pero mi hijo Xenres me ha estado llamando toda la mañana y no he tenido chance de responderle. —

— No te preocupes primo. Saludaré al tío Roberto de tu parte. Regresamos por la tarde. —

La familia Morales Rivero se fue en su camino a la casa del tío Roberto donde los esperaba a comer.

*

La mañana era brillante mientras en un lujoso departamento de la ciudad de México, en dicho lugar un hombre de cabellera platinada y figura delgada. Se levantó con una sonrisa mientras checaba la hora.

— Hoy es el día. — Con una sonrisa en su rostro el hombre mayor siguió su rutina diaria, primero levantarse ir al baño, lavarse su rostro, después hacer sus ejercicios matutinos de 1 hora, para enseguida meterse a bañar y ponerse sus cremas que eran indispensables. — Bien, mi sobrino vendrá en dos horas, tiempo suficiente para decidir que voy a vestir. —

El hombre se acercó a su gran armario empezando a sacar ropa, los minutos iban pasando mientras el hombre seguía viendo por encima de su cuerpo los distintos atuendos que podía usar aquel día.

— ¿Traje? No, no es una fiesta de etiqueta, ni una reunión de trabajo. — Probó con otro atuendo al descartar el traje. — Shorts y playera... Demasiado playero. — Continuó. — Mezclilla y playera y sudadera, ¿Qué soy? ¿Un chavorruco? — Y siguió con unos pantalones pescadores, camisa y un reboso. — No, tampoco soy una jotilla fresona. — De repente pegó el grito dejándose caer en la cama. — Diosa de la moda, ayúdame para que pueda encontrar un atuendo para ver a mi niño Darío. —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora