Riesgos

129 24 3
                                    




Los niños me miraron tristes mientras estaba a la espera de mi taxi que me llevaría a LandDivice, ambos infantes simplemente alzaban la mano para despedirme de ellos.

— ¿No te puedes quedar un poco más tío Darío? — La niña me miró con los ojos triste al verla simplemente no puede resistirme a agacharme y tomar su mano, también tomando la mano de su hermano.

— No puedo quedarme, tengo que hacer algunas cosas, y después tengo que regresar a mi ciudad. Hay alguien que espera mi regreso y estará muy triste si no vuelvo... Pero les prometo que estaremos en contacto, ahora soy su tío y debo de estar al pendiente de mis sobrinos. — Sonreí y ambos niños solo me dieron un abrazo fuerte el cual respondí. Al levantarme después de aquello miré a Esteban como esté sonreía tiernamente.

— Gracias Darío. No puedo imaginarme como agradecerte tanto. —

— Agradécemelo siguiendo tu tratamiento. No dejes que te coma eso. — Mencioné acariciando la mejilla del mayor.

— Mi pequeño. Tengo tanto que decirte pero... Solo sería hacer la despedida más difícil. — La mano del él sostuvo la mía con delicadeza. El taxi llegó y yo me di media vuelta despidiéndome de todos, me subí al auto y solo me quedé viendo la ventana, viendo pasar todas las casas a gran velocidad. Pero de repente la notificación de mi celular sonó, mostrándome un mensaje de Esteban. Rápidamente lo abrí pensando que se me había olvidado algo pero no era así...

<< Te amo... Y necesito que me prometas una última cosa... Cuando ocurra, lo que tenga que ocurrir, prométeme que en cuando yo dejé de existir tú vendrás a mi habitación y en lo más profundo de mi closet, en una esquina habrá una caja de madera que será tuya, te encargo mucho que entregues lo que habrá adentro. Pero solo será hasta que ocurra lo que tenga que ocurrir. >>

No entendía aquel mensaje, quise preguntarle acerca de ello pero algo me detenía, me decía que era lo mejor dejarlo así como esta. Guardé el mensaje como destacado para no perderlo en un futuro. Al final no fui a las exposiciones, cambié de opinión y le dije al taxista que me llevará al hotel. Al llegar por supuesto que otra vez no había nadie y solo me aventé a mi cama pero en vez de llorar, tomé mi celular e hice una video llamada, no pasaron ni cinco segundos cuando contestaron.

— Mi bello ángel. — El rostro de Damián se veía contento al verme por video.

— Hola. ¿Qué tal el día por allá? — Pregunté con una leve sonrisa.

— Llovió un poco, ahorita tomé un descanso. Cerré la joyería y me acosté en el sofá. ¿Y tú cómo estás? — La sonrisa de Damián de repente se convirtió en una expresión de preocupación. — ¿Lo volviste a ver? — Me quedé un poco triste pero tenía que decirle la verdad.

— Si, lo dieron de alta y fui a despedirme de sus sobrinos y de él. — Dije serio.

— Entonces... ¿Eso es todo? Bye, Esteban. — Negué con la cabeza. — Mi bello ángel, solo me hablaste para decirme esto. — La cara de Damián se veía triste, sus ojos solo miraron para otro lado. No podía dejarlo así, tenía que levantarle un poco los ánimos. A Damián le gustaba lo cursi, a mí no tanto pero aquella ocasión solo opté por ser un poco romántico para él, cumplirle un pequeño capricho.

— Te hablé porque te extraño... mucho. — Sentía mi cara roja de solo decirle aquello. — Quiero que me mimes como siempre lo haces. — Una leve risa sonó.

— Lo cursi no te sale... Mi amor, yo también te extraño mucho. Ya necesito que estés aquí, a mi lado... Para abrazarte, besar tus labios, sus manos, todo tu cuerpo y decirte muchas cosas melosas al oído. — No podía mirar su imagen en mi teléfono, desvié mi mirada avergonzado de escucharlo. — Mi bello ángel mírame. Mírame Darío. — Lentamente lo hice y solo pude ver su sonreír. — ¿Me amas? —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora