El último beso

156 30 4
                                    





— Entonces esa señora te contrató para que tú le pusieras un sistema de seguridad en su casa. — Julián me veía extrañado mientras estábamos platicando en la noche al cerrar ese día de prueba en la cafetería. — Pero tengo entendido que ya no trabajas en eso. —

— Así es, pero ella insistió que fuera yo quien le instalara el equipo. No pude negarme. — Mencioné sin expresión, me daba muy igual, ya que era chamba.

— Se me hace extraño. — Julián se quedó bastante pensativo sobre ello.

— No te preocupes. Son caprichos de gente adinerada, estoy acostumbrado a ello. — Reí ante mi comentario.

— Auch. Solo digo que tengas cuidado. — El hombre sonrió mientras todo continuó con normalidad. Esa noche me dispuse a buscar todo el equipo que me había solicitado, me puse en contacto con antiguos distribuidores con los que trabajaba comúnmente. Me respondieron con rapidez y me mandaron un saludo mostrando su alegría que hubiera vuelto a trabajar, aunque fuera por una única vez.

Me fui a dormir esa noche con la confirmación que en dos días ya tendría el equipo en mi casa.

*

— Claro que es extraño. — Teodoro y Javier se expresaron de la misma forma cuando les conté acerca de la señora que fue a contratarme.

— 8 cámaras de cañón IP de 1080p de resolución HD, un sistema de frente de calle, con dos pantallas interiores extra, un botón de pánico conectado a una sirena. — Dijo Teodoro mientras miraba una copia de la cotización que le había enviado por correo. — Siendo una señora adinerada ¿Por qué hasta ahorita? ¿Por qué tu que ya no trabajas en esto? —

— La buchona tiene razón, amiga creo que hay gato encerrado. ¿De quién eres enemiga? — Javier como siempre estando con nosotros sacaba su lado loca.

— De nadie, solo es una simple situación de trabajo. Ustedes calmado y yo igual. Solo pondré todo esto que es de un día o dos a lo máximo y listo. — Estaba comenzando a enojarme pero simplemente mis amigos continuaron diciéndome lo mismo hasta que tuvimos que entrar a clases.

Pasaron los días y fue entonces que cuando recibí todo el equipo. En la casa se sorprendieron de que estuviera trabajando en ello, sobre todo mi padre estaba muy de buenas al verme probar cada uno de los aparatos. Ciertamente estaba pensando en que de nuevo iba a ponerme en el camino de su trabajo, pero no era así. Solo era el trabajo de un día, haría lo posible para que todo estuviera puesto en un día.

Llegué al hogar de la señora en un taxi, ya que la camioneta de mi padre se había averiado. No dije nada, no quería pelear además no era su culpa de todas formas. Era una gran residencial alta y se veía con demasiadas habitaciones, rápidamente noté como ya tenía cámaras en varios puntos. Un frente de calle y además un cerca electrificada con alarma, ahora si comenzaba a creer que en todo esto había gato encerrado.

Toqué el timbre y rápidamente fui recibido por una señora de edad avanzada y mirada tierna. Ella se me quedó mirando con una sonrisa.

— Tú debes de ser el joven Darío. — Noté que su caminar era lento y algo extraño. Cuando la puerta exterior me fue abierta pasé todo el equipo y las cajas de herramientas que debía usar. Me quedé parado allí afuera en el jardín que estaba de frente, ya que era lo que siempre hacia. Pero la señora mayor de nuevo me volvió a llamar. — Por favor pasa a la casa. —

— Pero... — Dije algo extrañado.

— La señora te recibirá en la sala, mientras puedes tomar una taza de café para esperarla. — Continuó, estaba a punto de rechazarme pero algo me decía que no podía discutir con aquella señora.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora