Carlos

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— Vine a buscarte, pero veo que estas con él. — Dijo triste el chico viendo a Darío. — Tú debes de ser Darío Rivero, mi nombre es Carlos Gutiérrez Lino.

— Hola Carlos un gusto en conocerte. — Dijo con una leve sonrisa.

— Carlos, no entiendo. Cuando me fui deje las cosas claras contigo, ¿Por qué? — Damián preguntó enojado, se le veía nervioso mientras el joven delante de ellos bajaba la mirada triste fue entonces que Darío intervino.

— Hey, tranquilo. Si van a hablar, mejor háganlo adentro de la joyería, la calle no es el lugar para hablar, es peligroso... — Soltándose del agarré de Damián el chico puso la mano con una mirada seria. — Dame las llaves para abrir.

— Mi bello ángel... — El abogado miraba a su pareja quien parecía tranquilo pero aquella mirada seria no era común en él, era un Darío con quien no debía de llevarle la contraria, sacando las llaves se las entregó.

Darío camino hacia la puerta metálica abriendo los cerrojos que protegían el lugar, mientras abría sentía la mirada de Carlos sobre de él, una mirada que si le causaba incomodidad pero también un poco de miedo ya que no sabían a qué venia el chico exactamente.

— ¿Vienes de Querétaro? — Preguntó con un tono gentil.

— Si, llegué hace una hora. — Respondió el otro chico.

— Perdona la espera. — Dijo con una leve sonrisa abriendo rápidamente la puerta. — Pasa, hablaran mejor adentro. Prepararé té.

— Gracias. — Carlos entró mirando curioso todo alrededor, mientras Damián miraba a Darío serio, mientras el chico se notaba calmado a pesar de una pulsación que sentía de su espalda recorriendo su cuello y hombros.

— Estas sudando. — Dijo preocupado. — ¿Estás bien?

— Eh. — El chico pasó su mano por su frente notando las gotas de sudor que recorrían su cuerpo. — Estoy bien, no sé es la calor tal vez, jejeje.

— Si te sientes mal puedes decirme. — El abogado acarició la mejilla de Darío preocupado.

— Lo sé, pero en serio estoy bien. Pasa. — Ambos pasaron uno atrás de otro para después cerrar la puerta. Damián le mostró el camino a la casa a Carlos quien lo siguió. Sin embargo Darío se quedó atrás sintiendo más agudo aquella pulsación que se recorría hasta sus brazos.

— Que chingaos. —Susurró dándose un pequeño masaje para calmar el dolor. Pero de repente recordó que tenía que entrar, al entrar a la casa miró a Carlos sentado en la sala mientras Damián se encontraba en la cocina, Darío pasó rápido hasta donde estaba el abogado quien estaba mirando la tetera en la estufa ya encendida.

— Yo me encargo de aquí. Ve y platica con Carlos. — Dijo el chico con una leve sonrisa mientras sacaba unas tazas de la estantería que había dejado el profesor Torres.

— Pero... — Dijo con preocupación.

— Está bien, confío en ti. — Dijo en un susurro dándole un pequeño beso en los labios. — Te amo.

— Yo también te amo mi bello ángel. Muchísimo... — Damián solo dijo eso para salir de la cocina, caminando seguro el hombre se sentó en frente de Carlos quien lo miraba con ternura y una sonrisa. — Carlos, te volveré a preguntar... ¿Por qué? Tú sabías a la perfección que regresaría por Darío. No entiendo.

— Eso es porque, simplemente no pude olvidarte... No puedo sacarte de mi cabeza, de mi corazón... Te sigo amando con la misma fuerza que tú conoces. — El abogado se sorprendido al escuchar esas palabras ya que Darío podía escuchar todo desde la cocina. — Sé que lo que tuvimos fue algo especial para ambos por eso vine a buscarte y pelear por ti, por usted mi licenciado.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora