Adiós (1ra Parte)

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Darío estaba respirando con dificulta en medio de la cocina Mateo estaba en shock al igual que Alex, Julián trataba de ayudar en algo, pero no sabía qué hacer, rápidamente tomó su celular de nuevo e hizo una llamada, una promesa que debía de cumplir cuando fuera a llegar a aquel momento.

— Federico, soy Darío Rivero... Sí, es hora. Saldré a Puebla antes del amanecer. Te veré en la salida a León a las 5 de la mañana. — El chico colgó mientras se ponía de pie. — Alex, Mateo. Mañana partiremos temprano, trataré de pedirle a Fabián su auto. —

— No te preocupes, puedes venir con nosotros. Yo me llevaré mi auto. — Comentó Mateo con seriedad. — Apenas llegamos a esta ciudad, pero después de un año tenemos que volver a Puebla. — El doctor se le quedó viendo al chef quien solo bajó su mirada con tristeza. — Todo estará bien Alex, yo te protegeré. —

— Darío si quieres yo... — Sabía lo que iba a decir, pero el chico solo miró con seriedad a su socio.

— Tu y Josué deben de quedarse aquí para atender la cafetería. Sin Alex aquí ustedes deben de coordinarse para atender y preparar todo. — En ese momento Darío miró 8 ojos que estaban observando todo desde el pequeño gueco donde pasaba las ordenes de la cocina al mostrador. Rápidamente con pasos seguros el joven dueño salió. — ¡Club de los invisibles! — Dijo con voz dura haciendo que los 4 chicos se quedaran tiesos.

— ¡Si Darío! ¡Señor! — Gritaron al mismo tiempo.

— Desde mañana, saliendo de sus clases comenzarán a trabajar aquí hasta que yo vuelva. ¡¿Entendido?!— Gritó el joven haciendo que los chicos se asustarán.

— ¡Si! — Respondieron.

— Pero Darío... —

— Tu tienes que quedarte Julián. La cafetería no puede cerrar, y en caso de un problema tu estarás aquí para ayudar a Josué y a los chicos. — El socio ya no dijo nada, solo se quedó callado bajando su mirada, Darío empezó a dar indicaciones al club de los invisibles, de igual forma a Alex y Mateo, trabajarían normal para cerrar ese día y se alistarían para partir a Puebla a la mañana siguiente.

Dicho y hecho aun con todo y el aura de tristeza que había, entre todos sacaron el día. Julián trato de nuevo de convencer a Darío, pero el chico se rehusó.

— ¡Con una chingada! ¡Esto no es asunto tuyo Julián! — Gritó de repente causando el asombro de todos incluso del mismo Julián. Al final el joven no dijo nada, tomando con prisa un taxi para ir al departamento a preparar una maleta para varios días. Al llegar a su hogar el chico entró, viendo como el abogado que era su roomie estaba cenando una pieza de pan con leche.

— Que bueno que llegas, tu pieza de pan esta... — El hombre apuntaba a la cocina, pero vio como el chico solo pasaba a su lado con rapidez.

— No tengo hambre Fabián, tengo que preparar una maleta mañana saldré a Puebla junto con Alex, Mateo y Federico. — En ese momento el abogado se levantó llegando a la puerta de la habitación de Darío extrañado.

— ¿Dijiste Puebla? Entonces, ese hombre Esteban. —

— Si tengo que ir a despedirme de él. — Comentó Darío mientras abría su maleta. Fabián entró a la habitación del chico, preocupado sabía lo doloroso que era aquella situación.

— Darío. Yo podría... —

— No quiero pelear contigo también Fabián, iré con Alex y Mateo así que necesito que te quedes aquí. — El abogado serio estaba a punto de decir algo, pero Darío solo levantó la malo. — No, en serio. Tengo que ir yo, sabía que algún día iba a ocurrir y antes de que empieces con tus cosas de que quieres ser el reemplazo de tu hermano o cosas parecidas. Tu no eres remplazo de nadie, tú eres Fabián Morales, eres mi roomie, mi amigo y te necesito como tal. — El mayor se quedó sorprendido al notar como Darío comenzaba a llorar de una manera tranquila pero triste, el abogado lentamente se fue acercando, extendiendo lentamente sus brazos para recibir a Darío con un fuerte abrazo, mientras este lloraba.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora