Desaire

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— Que bonita lugar Darío. En verdad no esperaba que tu cafetería fuera tan agradable. — Las palabras del señor Benjamín eran un duro golpe en mi persona, un pequeño tic en mi ojo derecho hizo que la señora Rosa le diera un golpe a su marido. — ¿Pero que dije? —

— No le hagas caso Darío. En un momento tendremos nuestra orden. — Mencionó con una sonrisa nerviosa la señora Rosa, me retiré unos minutos, de repente miré de reojo como Josué estaba hablando con sus padres y como Julián entró de repente quedándose congelado a ver a ambas familias en el mismo lugar. Me acerqué a él con pasos lentos tomando las bolsas del mercado que traía consigo.

— No te preocupes, yo me encargo. Ve con ellos. — Dije con seriedad llevando hacia la cocina todas las bolsas, al salir me encontré con 5 personas esperándome afuera, una de ellas era el abogado serio y las otras 4 eran los chicos que se me habían pegado recientemente. — Hay dios. —

— Hola hermano mayor. — Escuché de parte de Leo quien levantó la mano alegremente.

— Ya les dije que dejen de llamarme así. — Comenté con seriedad.

— ¿Y ellos son...? — Preguntó Fabián extrañado, pero yo solo suspiré comenzando con las presentaciones.

— Fabián ellos son: Leo, Santiago, Tadeo y Marcos. Son el club de los invisibles. — Los 4 chicos hicieron de nuevo poses extrañas al momento de presentarlos, pero ya no le dije nada. — Club de los invisibles, él es Fabián Morales Ponce de León, un amigo mío. — El grupo de adolescentes se le quedó viendo al abogado quien también se les quedó viendo con seriedad.

— ¿No deberían de estar en la escuela? — Abrí mis ojos de manera sorpresiva al escuchar al abogado, volteando a mirar a los chicos, recordando la hora que era.

— Tienes razón. ¿Qué chingaos hacen aquí mocosos? — Los cuatro saltaron de nervios al momento que los cuestioné. Pero fue el cerebrito del grupo quien salió delante a enfrentarme.

— Nos salimos de la escuela porque no entendemos ni vergas de química, queremos que nos ayudes. — Comentó con una mirada que trataba de ser determinada.

— No puedo creer eso viniendo de ti Santiago que eres el más estudioso, ni de Tadeo que está en laboratorio clínico. — Comenté serio, pero solo los chicos corrieron a la mesa donde siempre se sentaban. Suspiré con cansancio al ver lo que ocurría, sentí de repente como la mano de Fabián daba unas palmadas sobre mi cabello.

— ¿Qué haces? — Pregunté.

— Pensé que algo así te ayudaría a tranquilizar. — Dijo.

— Fabián, no soy un perro. —

— Lo siento. — Negué con la cabeza para después salir e ir a la mesa donde estaban los Morales, todos hicieron un pedido de comida con bebida, después de ir con ellos fui con el club a tomarles la orden, aunque con una cara de enojo al ver como estaban ahí en vez de clases. En seguida iba a ir a encontrarme con la familia Arizmendi, pero cuando volteé miré como ellos solo alzaban una mano para despedirse de los Morales y de mí. Me quedé viendo como los señores se fueron sin tener yo la oportunidad de presentarme, ya que, a pesar de los años, yo nunca me pude presentar como se debe aún cuando iba con mi padre a ayudarle con las reparaciones en su restaurante.

— Se fueron. — Fue lo único que dije al acercarme a los gemelos. — Ni siquiera pude decirles "Hola" —

— Fue lo mejor, créeme. — Comentó Julián poniendo una mano sobre mi hombro.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora