Aquí vamos de nuevo...

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Los días habían pasado y de cierta forma todo estaba tranquilo. Pero aquella mala sensación seguía causándome una mala cara en mi rostro. Azucena estaba siendo injusta con su propia hija, su ilusión era mucha como para dejarla así no más sin fiesta de un momento tan importante para una mujer como lo eran sus quince años.

— Mi bello ángel, si sigues enojándote acabaras con cara de arrugado cuando seas más joven. — Comentaba Damián, mi esposo.

— Es que, no entiendo Damián. ¿Por qué con ella? ¿Por qué no quiere que me acerque? Ella vino a nosotros, pidió que fuéramos sus padrinos y tal vez con eso significaba ayuda para hacer su fiesta. Esteban hubiera querido que Ximena tuviera una fiesta a lo grande, ella era su princesa. —

— Lo sé, pero ella es su madre. Además, por mucho que quieras y que tengamos buena vida, negocios y trabajos. El dinero que lleva hacer una fiesta de quince años es mucho, ni siquiera nosotros podríamos solventar un gasto tan grande. — Me quedé pensativo un momento, y era verdad por mucho que tuviéramos buena vida, no teníamos el dinero libre suficiente para hacer algo así. Nóminas, gastos de las cafeterías y de la casa eran mucho dinero moviéndose. — Pero tal vez no sea el único que quiera ayudar a la causa.

— Aquí vamos de nuevo. — Vi reí a mi esposo para después tomarme la mano. — Por lo menos me dirás tu plan, para saber en qué apoyarte. — Sonreí dándole un beso en la boca a mi esposo.

— Necesitaré toda la ayuda posible. —

Comenté con una sonrisa, el día fue pasando con normalidad. Los padres de Damián habían pasado por los niños por los que era una noche para nosotros dos, nuestro día especial. Cuando regresamos a nuestra casa, ambos comimos y cada uno hizo sus pendientes correspondientes. Damián con un caso de inmobiliario y yo con mis tareas de la maestría. Ya para la cena ambos nos sentamos a ver una película en la sala, abrazados con unas palomitas de por medio. Cuando de repente la puerta sonó con fuerza y el timbre igual.

— Que chingaos. — Comenté levantándome.

— Mi bello ángel, espera. Yo iré a ver quien es. — Damián se puso en frente de mí. Ambos fuimos a la puerta, eran más de las 10 de la noche, nadie venía a esa hora. A abrir vimos con el cuerpo de alguien abrazaba a mi esposo con mucha fuerza, en medio de llantos desesperados.

— Tío Damián, tío Darío —

— ¿Ximena? ¿Qué pasó? — Dije rápido yendo a verla con preocupación. — ¿Qué te hicieron? —

— Mi mamá... Ella me dijo que no me haría fiesta. Me dijo que no podía estar pensando en cosas como esas cuando Valentín estaba en terapia y Camila estaba embarazada. — Entre lagrimas la adolescente me abrazó con fuera. — Comenzamos a discutir y ella me dio una cachetada. Dijo que todo estaba decidido. —

— Ximena, no... —

— Ella no me quiere tío, la odio. — El llanto de la chica era demasiado desgarrador como para poder hablarle.

— Mi bello ángel será mejor pasar. — Damián cerró la puerta mientras tomé a Ximena y la llevé dentro de la casa. — Iré a preparar un té. Lo mejor será llamar a alguien para decirles que ella está aquí. —

— No quiero llamarle a nadie. No quiero que nadie venga por mí. — La chica dijo entre lágrimas.

— Ximena, tenemos que llamarle a alguien. Debemos de hacerlo porque si no estarás metiéndonos en un gran problema. — Comenté viéndola con una leve sonrisa. La chica en silencio sacó su celular mandando un mensaje.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora