Xenres y un camino turbio

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Si bien la vida me había puesto en el comedor de mi tío Roberto donde él y su amigo estaban en frente, ahora mismo era la misma vida quien me tenía en una sala de la casa de mi primo, teniendo en frente a mi sobrino con su novio de bonita voz.

— Así que tienen 3 años de pareja, vaya lo mismo que nosotros de casados. — Comentó el abogado mientras veía como Eugenio quien era veterinario recién salido de la escuela le sonreía.

— Así es, mi Brenin me ha acompañado desde entonces. —

— Brenin, te brilla la sonrisa cuando lo llamas así, es como yo con Darío cuando lo llamo "mi bello ángel" — Ambos hombres reían, Eugenio no parecía un mal tipo, pero al ver a Xenres algo me decía que algo no estaba encajando. Toda la familia adoraba a Eugenio, mis primos, mis demás sobrinos, la que parecía un poco distante era doña Conchita quien parecía la más seria alrededor del veterinario.

— Por cierto, brenin, ¿Por qué volviste pronto? ¿Sucedió algo en tu curso de charrería con el equipo De...? — En ese momento noté como los dedos de aquel chico se tensaron, nadie lo notó ni Eugenio terminó su pregunta porque mi primo Paco pegó el grito en el aire, creo que se debía a que me había dicho en un principio que su hijo mayor estaba en un proyecto de su universidad, pero eso no me importaba mucho, miré como él mantenía sus sentimientos y sus expresiones en total control.

— No, por supuesto que no. Solo acabó antes debido a unos problemas. — Se levantó tomando un plato que estaba en la mesa de centro. — Iré por más limones y rodajas de naranja para el tequila. — Comentó para salir de sala y dirigirse a la cocina. Era el momento adecuado para poder hablar con él a solas.

— Iré ayudarle para que no se tarde. — Nadie dijo nada y agradecía por ello. Cuando llegué a la cocina noté como mi sobrino Xenres estaba cortando varios limones.

— ¿Con que un curso de charrería? — Pregunté poniéndome un lado de él, mientras tomaba una naranja en mi mano.

— Siento la mentira, mi papá solo me habló por teléfono antier y... —

— No, no hay problema con eso. Da igual. — Reí levemente mientras sacaba un cuchillo para rebanar la naranja. — Sabes, también iba a mandar a mis hijos a un curso de charrería, pero esté viaje salió a flote por lo que decidimos dejar la idea. Iba a enviarlos con mi amigo Teodoro Saucedo y su pareja Adrián De la Cruz. — Claro que lo anterior era mentira, mis hijos apenas entraron a la escuela y la razón de no enviarlos durante las vacaciones fue porque sus abuelos querían llevarlos a otros lados. Miré como el chico se cortó un poco el dedo al alterarse de mis palabras, quejándose del dolor rápidamente lo tomé de su muñeca y puse su dedo bajo el agua de lava platos. — Espera un poco. — Dije tomando una cebolla y quitándole un pedazo de aquella parte de la piel de la cebolla que era algo parecido a una telita opaca. Secando su dedo tomé el pedazo de piel de cebolla y cubrí la herida, aquello servía para detener el sangrado y que cerrara rápido.

— Entonces Teo y Adrián son tus amigos, debí haberlo imaginado. Ahora me doy cuenta de que Teo y tu vienen de la misma ciudad. — Comentó triste viendo como aquella telita se teñía de carmín.

— Así es. Y por lo que pude ver en este rato, algo sucedió en el rancho ¿No es así? — El chico desvió la mirada. — Con Teo y Adrián no creo que sea el problema, Adrián esta embobado por mi amigo y Teo ya te hubiera dejado en camilla. ¿Reynaldo? No, tampoco. No se ve que seas de su tipo... Entonces, creo que puede ser del tío perdido encontrado de Adrián. Creo que se llamaba Valentino. — Las lagrimas del chico se juntaron derramándose sobre sus mejillas, silbé levemente. — Ya veo fue Valentino. —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora