Las consecuencias de la ira

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Otros dos días pasaron en los que la gente estuvo pasando en la habitación de Darío quien poco a poco comenzó a moverse de manera tranquila y con lentitud. Su pecho dolía, los doctores le habían dicho que sentiría molestia durante algunos meses mientras cicatrizaba la incisión que le hicieron. Pero el chico estaba contento de pronto poder estar con su familia, aunque debía de guardar reposo en casa de sus padres, ya que debido al trabajo de Damián y a que los niños estaban en la escuela, dejarlo en su casa sería dejarlo solo. Pero aun con todo eso estaba de buen ánimo porque sería un nuevo comienzo de una nueva vida.

Mientras tanto Damián estaba tomando una taza de café en su hogar, había pasado las últimas noches a lado de su bello ángel, por pedido de su suegra, la señora Inés. Damián tuvo que regresar el día antes del alta de su esposo para descansar después de todos los días que estuvo en el hospital que era de admitirse no había dormido en las mejores condiciones. Así que esa noche resultó reavivante para el abogado. La ruta era sencilla, pasar por sus hijos a casa de sus padres, después ir al hospital para poder recibir a Darío y llevarlo a casa de sus padres a que guarde reposo y sea cuidado por su madre. El abogado no podía quitarse la sonrisa de su rostro al pensar en la sonrisa que tendría Darío al ver a sus hijos, a su familia.

— Se nota lo feliz que estas. — Comentó el tío Roberto. — Me recuerda a cierto hombre que no puede ocultar su sonrisa cuando algo le sale bien. — En ese momento miró a un lado observando a Mario quien sonrió un poco avergonzado.

— Claro que estoy feliz, mi bello ángel por fin podrá tener una vida normal... — En ese momento recordó las recomendaciones del cardiólogo. — Bueno, casi normal. Debe de tomar anticoagulantes para siempre y mantener una dieta que ayude a su corazón, pero aparte de eso es una vida sana y normal. — Ambos hombres mayores comenzaron a reír.

— Santo cielo, lo enamorados de ahora... — Mario reía mientras se levantaba y se dirigía a la cocina por otra taza de café, sin embargo, Roberto borró su sonrisa por completo cuando se quedó a solas con el abogado.

— Damián, él no ha recordado la carta y la situación por la que tuvo que ser operado. Tal vez nunca lo recuerde, pero debe de saberlo de una u otra forma. ¿Acaso se lo planeas ocultar? —

— Claro que no Roberto, conozco a mi bello ángel y sé que durante todos estos días se ha estado preguntado acerca de la carta y de lo que ocurrió. Si se lo pienso decir y pienso leerle la carta nuevamente en caso de que realmente haya borrado permanentemente todo lo que ocurrió en el panteón, incluso pienso decirle lo que hizo Carlos y su alborotado plan. Pero no ahora que está delicado. — Serio el abogado se quedó mirando al tío de su esposo quien desvió la mirada.

— Tienes una mirada fría cuando te molestas, solo espero que todo salga bien. — Contestó el hombre mayor. En ese momento el celular de Damián comenzó a sonar, él quiso atender, sin embargo, al ver que se trataba de su contacto en la cárcel, no quería amargarse el día de alta de su esposo por lo que el abogado desvió la llamada y apretando algunas veces bloqueó el número.

— ¿No vas a contestar? —

— Hoy no estoy para nadie, solo para mi bello ángel. — Contestó confiado el abogado, mientras se levantaba para ir de salida por sus hijos. — Los veo en la casa de mis suegros. Cierren con llave por favor. — Damián se retiró mirándose feliz dejando a los dos hombres mayores solo, pero Roberto se quedó serio causando la curiosidad en su acompañante de barba.

— ¿Sucede algo Roberto? — En ese momento, el tío se levantó tomando la carta de Esteban que estaba en un mueble cerca de la pantalla de la casa. — ¡¿Roberto?! —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora