Enfermedad

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Darío no podía creer lo que estaba leyendo solo llevaba tres días con la edad de 25 años y a solo tres días estaba leyendo una receta donde tenía que tomar varias medicinas, caminar, una dieta y cuidados especiales, además de descanso y nada de tensiones. Acaba de cumplir 25 pero ya tenía una enfermedad de anciano.

— Je, lo que me faltaba. — Comentó deprimido. Agachando la mirada.

— Mi bello ángel. — El abogado tenía la mirada en frente mientras conducía, pero sabía que esto era un golpe duro para el joven. — Sé que es repentino, ten en cuenta que con lo que paso en Puebla, luego aquí... Si haces todo lo que el cardiólogo te dijo esto solo será un recuerdo amargo. — Comentó tratando de animar un poco a su bello ángel, pero Darío seguía mirando a la ventana.

— Que le puedo hacer. — Suspiró el chico sonriendo un poco. — Estoy tan salado. Tal vez necesito una limpia en Tepito, Tatemaco o Tangamandapio, yo que sé. —

— No digas eso. Creo que debemos pensar positivo. — Con su mano derecha el abogado acaricio la pierna de Darío tratando de calmar un poco al chico. — ¿Te llevo a la cafetería? —

— No, creo que me tomaré el día. ¿Podrías llevarme al departamento? Por favor. — La mirada triste del joven ponía preocupado al mayor quien solo asintió dando vuelta en una esquina para tomar el camino hacia el departamento. Mientras iban en camino el teléfono del chico empezó a sonar, viendo extrañado que se trataba de un número que no conocía, pensaba no contestar, sin embargo, al final lo hizo.

— ¡Joven Rivero! ¡No vino a sesión! — Se escuchó el grito al otro lado de la línea.

— Cierto... Diablos, lo siento. Tuve una cita con el médico, se me olvido mandarte un correo. En verdad una disculpa Anthony. — Dijo sobándose los ojos con fuerza, se sentía avergonzado de lo que estaba pasando.

No se preocupe joven Rivero, si es por salud entonces tómese el día. Podemos continuar con la siguiente sesión, para el martes que viene. —

— Sí, muchas gracias, Anthony. Te veo después... Sí... Gracias. Nos vemos. — Suspirando el joven colgó la llamada guardando de nuevo su celular en el bolsillo de su pantalón. Para después mirar a la ventana como la ciudad iba pasando.

— Veo que te llevas bien con tu profesor. Hasta le llamas por su nombre. — Sin dejar de mirar el camino, el abogado comenzó a hablar.

— Él me pidió que lo llamara así. — Contestó el chico poniendo una leve sonrisa.

— Pues que confianzudo. — Suspiró. — Mi bello ángel ¿Por qué debes de ser tan querido? Estoy tan celoso de todos. —

— Je, eres un idiota. — Sonrió Darío dejando su mano izquierda sobre la mano derecha del abogado, el hombre suspiro enamorado volteando su mano para entrelazar ambas manos. — Me siento... No sé... —

— Es normal, llegó de repente todo esto. Si tienes miedo... Yo estoy aquí. Pues decirme lo que sea, cualquier cosa Darío. — La mano del mayor de repente se entrelazó a la de Darío.

— Lo sé. —

El resto del camino ambos se mantuvieron en silencio con una sonrisa, cuando llegaron al departamento Damián fue a la habitación donde se quedaba, saliendo con un maletín y acomodándose una corbata. Mientras tanto Darío estaba en la cocina tomando la primera pastilla que debía de tomar.

— Solo será por un tiempo. — Susurraba viendo la caja de pastillas que estaba en la mesa.

— Mi bello ángel, ¿Estás seguro de que te deje aquí solo? — Dijo tratando de acomodar su corbata, el chico simplemente empezó a reír al ver como no podía anudar su corbata.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora