La alianza invisible

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Era un nuevo despertar, puedo decir que la noche anterior estuvimos cenando carne asada, bebiendo un poco de tequila; estaba contento de ver a mis dos hijos juntos y que todos estuviéramos en familia como antes. Al abrir mis ojos me encontré con que estaba dormido en brazos de Damián, sonreí al ver como el mayor se encontraba dormido y lentamente me acorruqué más cerca de su cuerpo; quería dormir un poco más, y el calor de su cuerpo era tan apacible para mí.

— Mi bello ángel... — Escuché el susurro por parte de Damián quien enseguida apretó mi cuerpo contra el suyo, traté de llamarle, pero seguía perdido entre sueños. — Mi bello ángel, te amo... — No dije nada solo me dejé llevar por el cariño que me expresaba Damián a través de sus sueños; me encantaba cada palabra que decía y como su abrazo cada vez se hacía más cálido.

*

Una vez en la cafetería después de desayunar todos juntos en familia, yo me encontraba con una sonrisa feliz, no podía ocultar todo lo que estaba pasando. Ese día era la cita con Damián en luna café del club de los invisibles, no podía aguantarme las ganas de se hiciera noche, estaba emocionado por saber que sorpresa me deparada en mi cita.

— No puede ser que actué como un adolescente solo por una cita. — Comenté en voz baja ocultando mi rostro en mis brazos cruzados.

— Usted no tiene que avergonzarse jefecito, usted disfrute del amor. — Escuché de repente y fue entonces que levanté mi mirada viendo al grupo de mujeres delante de mí, observándome concentradas. — Vera que cita será la mejor de todas. ¿Verdad chicas? — Comentó una de las meseras que trabajaba conmigo y todas las demás mujeres respondieron animadas.

— Oigan todas ustedes, desde hace tiempo tengo una duda... ¿Acaso todas ustedes son fanáticas del romance entre hombres? —

— ¡Si, los amamos! — Respondieron de nuevo en coro, lo que me hizo reir un poco nervioso.

— Me lo imaginé, tienen la misma cara de la amiga Bianca, solo espero que este criando bien a sus hijos. — Me imaginé por un segundo lo que estaría haciendo y no pude evitar preocuparme. Sin embargo, recordé que me faltaba alguien entre mis trabajadoras. — Esperen... ¿Y Ximena? —

Mi ahijada no había llegado a trabajar y eso me preocupaba bastante, ya que ella siempre avisaba cuando iba a faltar. Rápido llamé a su celular sin tener mucha suerte, me comencé a preocupar más pero en eso una videollamada apareció siendo ella misma quien me llamaba. Al contestar miré que se encontraba arriba de un autobús.

— Hola, tío Darío. — Contestó en un tono preocupada.

— Ximena ¿Dónde estás? ¿Por qué estás en un autobús? — Pregunté y solo ella se quedó en silencio. — Ximena por favor, respóndeme. —

— No quise decirte antes porque sabía que tratarías de detenerme y usarías a mi tío Esteban para lograrlo. Yo... Estoy en camino a Cuernavaca, me iré a vivir con Santiago. — Me quedé congelado, pero tuve que levantarme y dirigirme a la parte de atrás de la cafetería donde nadie oyera nuestra conversación. — Si te vas a poner como mi mamá, entonces será mejor dejar esto y voy a colgar. —

— Espera... — Dije rápidamente evitando que colgara la llamada. — Necesito procesar esto detenidamente, porque es repentino y no estaba preparado. Dame unos segundos, por favor. — Inhalé y exhalé varias veces mientras me quedaba pensando en lo que iba a decir, quería gritar, pero eso solo empeoraría todo lo que estaba ocurriendo.

— Tío Darío. —

— Eres más inteligente que esto. ¿Por qué una decisión así? ¿Por qué tan de repente? No me opongo a la idea de que tu y Santiago tengan una relación. Santiago es un buen hombre, lo sé porque yo vi como maduró, al igual que tú. Entonces, me cuesta trabajo creer que ustedes dos hayan tomado una decisión como si fueran unos adolescentes. Nadie se iba a oponer a lo suyo, que se imaginaban ambos al pensar algo así. —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora