Tío Darío

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Le había comentado lo que había ocurrido los últimos dos días, acerca de mi encuentro con Esteban y sobre que estaba en el hospital. También le conté acerca de que estaba con los hijos de Azucena y que la pequeña Ximena estaba a un lado mío. No escuché ninguna intervención, ni un quejido o gruñido así que estaba temeroso cuando acabé de platicarle todo acerca de aquel encuentro.

— ¿Damián? Por favor dime algo. — Dije triste con las lágrimas a punto de salir cuando de repente solo escuché un suspiro cansado.

— Nunca entenderé tu conexión con ese hombre. Creo que jamás lo entenderé, siento que siempre está un paso delante mí, pero... Estoy más tranquilo, porque me contaste esto a pesar de que sabes que no me agrada Esteban. Significa que confías en mí, y por ende yo confió en ti. —

— Damián. — Susurré alegre al escuchar sus palabras. — Gracias. —

— Mi bello ángel. Seguiré esperando tu regreso, pero cuando regreses hablaremos mejor. ¿Te parece bien? —

— Si. Lo haremos Damián. —

— Te amo. Mi bello ángel. —

— Yo también. — Sonreí como idiota al escucharlo con su voz tranquila y serena. Colgué la llamada para ver como ambos infantes se encontraban dormidos cada uno a lado mío. Lentamente los moví para poder levantarme. Primero llevé al niño a su habitación, allí había dos camas. En aquella casa eran tres habitaciones, por lo que deduciendo un poco, supe que la segunda cama acomodada era la de Esteban. Lentamente deje al niño en su cama y lo arrope con una cobija. Miré detenidamente la otra cama, fui y me senté en la orilla de la misma para después dejarme caer sobre la suavidad del colchón. Mire el techo y después miré a un lado, la imagen de Esteban se hizo presente mirándome pero al otro lado de mi el rostro de Damián herido me hacia asentir mal. — Amo a Damián. — Susurré. — Lo amo con todo mí ser. —

Me levanté volviendo a la sala, tomando entre mis brazos a la pequeña Ximena quien se acorrucaba en mi pecho con ternura mientras sus manos se aferraban a mi camisa. Camine con ella hasta su habitación que era la misma donde estaba la mayor Camila.

— Este... ¿Podrías abrirme por favor? Tengo a Ximena aquí, está dormida. — Dije con una voz modulada, la chica abrió la puerta dejándome entrar. Su habitación era de toda una señorita, maquillaje, ropa, posters, peluches. Dejé a la pequeña acostada en la cama y al igual que su hermano la arropé con cuidado. Cuando terminé de hacerlo. Vi a la mayor de los 3, ella solo se me quedó viendo con tristeza.

— Dime la verdad, mi tío Esteban ¿Realmente está bien? Lo síntomas que tiene, los he notado porque estamos viendo eso en clase. ¿Él se va a...?—Levanté mi dedo índice señalando que no dijera más. La chica me hizo caso y solo calló sus palabras.

— Si ya lo sabes, entonces te diré la verdad. Porque ya eres mayor y cuando ocurra lo que tenga que ocurrir, debes de ser fuerte porque tu madre necesitará de ti. Y ellos también, siguen siendo unos niños. — Dije sincero mientras veía como sus lágrimas caían. Puse mi mano sobre su cabello revolviéndolo un poco.

— Lo siento. — Me dijo tratando de limpiar sus lágrimas.

— Está bien llorar. Pero tienes que hacerte a la idea de que va ocurrir. Es duro pero tiene que ser así, no somos eternos. — La chica no dijo nada solo se acercó a mí, abrazándome sin fuerzas. Lentamente solo acaricie su nuca con ternura. Ella lloró por varios minutos hasta que se tranquilizó y me soltó. — ¿Te sientes mejor? —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora