El lugar donde nos enamoramos

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Nunca pensé que venir a la cafetería me sería mi día de suerte. Si tuve una pelea con mi hijo Damián porque le recamé acerca de que abandonó la universidad de repente, pero él estaba aquí y me defendió.

— ¡Damián basta! — Darío corrió y haciendo unos movimientos que jamás había visto, me defendió, estaba tan feliz por eso. — ¡Detente basta! —

— ¿Cuándo aprendiste kung fu? — Preguntó mi hijo enojado a su otro padre.

— Pasatiempo de mediana edad, hijo. — Respondió. Reí un poco divertido y fue entonces que miré que Tadeo, el invisible más maduro se acercó a mi viendo como estaba.

— Tranquilo cowboy, no pasa nada esto es normal. — Respondí aun tirado en el suelo, el chico me ofreció una mano, pero me negué, después de unos segundos, noté como aparecían Gael y Leonardo cargando a Tony quien parecía haber recibido una paliza.

— Ximena, ve con Marcos y Dante. — Miré como de repente Darío le pasó las llaves a nuestra ahijada para que abriera la cafetería. — Tadeo prepara la cafetería, suficiente espectáculo hemos hecho. — Comentó serio para después ayudarme a levantarme.

— ¿Cómo has estado mi bello ángel? — Dije con una tierna mientras tomaba su mano tibia.

— Ya te he dicho que dejes de llamarme así. — Él también me sonrió con y solo se me quedó viendo y tocando levemente un golpe que tenía en mi rostro.

— Para mí, siempre serás mi bello ángel. — Reí tomando sus manos con las mías, pude notar su sonrojo y al final se soltó de mí, pero me alegró ver su reacción por mi toque.

— Será mejor curarte dentro, así que pasa mientras nuestro hijo se calma y se le baja la furia. — Me dijo y comenzó a caminar adentro mientras yo lo seguía con una sonrisa estaba contento de que podría pasar tempo con mi bello ángel. Después de pasarle el botiquín Darío comenzó a pasarme un pequeño algodón con agua oxigenada por cerca de mi boca, la cual sentí que estaba corriendo sangre me había abierto el labio.

— ¿Cómo has estado? — Mi bello ángel comenzó a negar con su cabeza y una leve risa salió de sus labios. — ¿Por qué te ríes? —

— Tu hijo te da una paliza, y lo único que piensas es en saber cómo estoy. — Sentí el leve dolor en mi boca mientras también comencé a reír.

— Sabes que soy curioso, además llevamos meses sin mandarnos un mensaje. Por eso pregunto. — Darío me miró divertido y siguió tocando mi herida. — Auch. —

— Estoy bien, igual que la última vez. Sabes que San Miguel es aburrido aún y con extranjeros. ¿Daniela va bien en su curso propedéutico? — Me preguntó mirándome.

— Si, está estudiando todos los días. Estoy seguro de que entrará a la universidad pasando los exámenes del curso. Nuestra hija es muy inteligente. —

— Lo sé. Me alegra tanto que se está esforzando. — Fue en ese momento me quedé un poco serio al ver como el silencio se convertía en la distancia que nos empezaba a separar. Quería hacerlo menos, durante todos aquellos años estuve tratando de reducir toda la distancia que teníamos entre nosotros, pero al final nada podía. Sentía una oportunidad única en ese momento,

— ¿Estas ocupado? — Me miró un tanto extrañado. — ¿Quieres venir a comer a la casa? Mejoré mi cocina. —

— ¿Me estás invitando en plan de cita? —

— En plan de amigos. Nada del otro mundo. — Comencé a reír amablemente teniendo la esperanza de que había una luz para mí. Miré que mi bello ángel se quedó pensando un poco, pero al final una mirada con una sonrisa hizo latir mi corazón con fuerza.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora