— Lo siento... Ve con los niños necesito hacer una llamada urgente. — Darío miró el mensaje de su padre viendo que solo preguntaba "¿Cómo estás?" pero su hermana también había mandado un mensaje donde pedía que la llamara. La chica se adentró dentro mientras Darío marcaba un número en su celular, poniéndoselo en la oreja, sonaba la línea y de repente se escuchó la voz de una mujer.
— ¿Darío? —
— Hola hermana. ¿Puedes hablar? —Preguntó mientras tomaba aire, tratando de mantenerse tranquilo.
— Claro ¿Qué sucede? Miré tus mensajes y me preocupé — El joven hizo algunas muecas mientras buscaba las palabras adecuadas para ello.
— La cosa es que fui al médico hoy y creo que lo mejor es que lleves a mis padres y tú también vayan a un cardiólogo a revisarse. —
— ¿Por qué? ¿Hay algo mal? ¿Qué tienes? — Preocupada la hermana de Darío preguntaba. — Darío. —
— Es una enfermedad del corazón, me dijeron que podría ser hereditario. Por eso te pido que los lleves con un cardiólogo, si necesitas dinero puedo depositarte algo. —
— ¡¿Pero tu estas bien?! — Jazmín se escuchaba preocupada.
— Si, ya me dieron mis medicinas y todo, solo debo de cuidarme. No te preocupes al rato hablaré con Lizbeth pare decirle lo mismo y que lleve también a los changos de sus hijos. — Dijo serio. — ¿Cómo está el viejo? A mi mamá la vi hace unos días en el mercado, fuimos a hacer despensa juntos. —
— Mi papá ha estado tranquilo, sorpresivamente parece muy en paz. De hecho... Él ha preguntado por ti. — Eso si era una sorpresa para el joven quien solo abrió los ojos con impresión.
— ¿En serio? — Sorpresivamente Darío se quedó inexpresivo, pero a la vez algo contento al recordar el mensaje que recién había llegado antes.
— Si, aunque solo fue una leve pregunta que si hemos hablado contigo, pero por lo menos ya te menciono. —
— Lo sé. Bueno, haz lo que te dije. Tengo que irme, este... Bye. —
— Bye, cuídate Darío. Mantenme atenta de tu salud. —
— Lo mismo digo. Adiós. —
El chico colgó, para después entrar a la cafetería para poder estar un poco con los niños, todos comieron pastel se la estaban pasando bien, sin embargo, de repente Darío observo algo extraño en las manos de niño.
— ¿Qué te pasó en las manos Damián? — Dijo mirando las manos del chico las cuales estaban con cortadas y algunas ampollas ya tronadas.
— Este... Le he estado ayudando a un señor con su trabajo. Y me ha dado dinero para poder comprarle cosas a Daniela. — Dijo cabizbajo.
— ¿Trabajo? ¿Y la escuela? — Cuestionó Darío con sorpresa.
— Él va en las tardes Darío, solo que no quiere decirnos con quien va, temiendo que podamos ir a recogerlo para que no trabaje, sabes bien como somos en la casa hogar. — Sofía salió a defender al niño, por su parte Darío miró al niño y solo exhaló.
— Mi papá me hacía trabajar con él cuando tenía tu edad. Me decía que debía aprender cómo se debe ganar el bocado cada día para que dé grande no me confiara o malgastara a lo tonto. Me daba mi dinero y admito que gracias a eso pude valorar un poco lo que mi padre hacía por mi familia, y también me enseñó a valorar el dinero... No digo que sea malo que trabajes, para mí no. Pero para otros está mal visto, ten en cuenta eso. Solo te pido que sea el trabajo que sea, ten cuidado. — Rápidamente Marcos le pasó a Darío un botiquín de dónde sacó un par de gasas, agua oxigenada y unos curitas. Poco a poco fue curando, limpiando y vendando las manos del chico, ciertamente ver aquellas pequeñas manos lastimadas le hacía recordar un poco su niñez a lado de su padre. — Procura usar guantes, y no descuides tu niñez. Eres un niño, tú si tienes permiso de actuar como tal. —
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Cicatriz de Espadas (Historia LGBT/Finalizada)
RomanceDarío Rivero es un chico que va vagando por la vida sin poder comprender su lugar en el mundo, se encuentra casi en la línea límite del quiebre emocional, sin saber a donde dirigirse con miedo en el futuro cercano, se ve envuelto en dudas que le pro...