Sentimientos en pleno choque.

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Los días se volvieron meses, y los meses se volvieron años. Habían pasado 3 años desde que había llegado a San Miguel de Allende, era completamente una nueva vida teniendo como compañero de casa a Gael con quien me vine después de tomar mi decisión. Mi hijo Damián se vino a vivir con nosotros para estudiar la preparatoria aquí en la ciudad, dejando a su hermana y a su otro padre solos.

Mi vida se había tornado completamente tranquila y sin problemas, durante aquellos primeros años simplemente no hubo problema alguno, ni ataques de corazón, ni problemas amorosos, ni muertes, ni planes para derrocar a una tirana, ni para encerrar a locos. Estaba en un momento de mi que simplemente era paz. Mi mente, mi corazón y mi cuerpo se encontraban en paz.

— ¿Sucede algo? — Observé a Gael quien me miraba como dejaba caer mi cabeza en el mostrador de la cafetería.

— San Miguel es aburrido. — Dije con pesadez en mis palabras.

— Aburrido, aun con los extranjeros. — Respondió entre risas el hombre mientras veía mi cara sería. — Vaya, en verdad estás aburrido. No estás a gusto. —

— No es que no esté a gusto aquí. Es hermoso el lugar, la gente es fantástica y los extranjeros son fáciles de alburear. Pero... — Suspiré. — Hasta ahorita me di cuenta de cuan acostumbrado estaba a las locuras que ocurrían en el "luna café" original. —

— Darío... ¿Te está llegando la andropausia? —

— ¡¿QUEEE?! ¡Yo no soy andropáusico! ¡Soy muy joven para pasar por esa etapa, apenas voy para 34 años! — Comencé a temblar del temor, recordaba entonces que Adrián vivió algo parecido a los 36 años según me había contado Teo. — ¡No puede ser! —

— Veamos, te casaste, tuviste dos hijos, abriste tu negocio propio, tuviste una enfermedad crónica, de la cual te operaron y ahora tomas medicamento de por vida, te separaste y enfrentaste un proceso de separación que hizo que te mudaras para una nueva vida. Amigo, viviste los treintas en tus años veinte. Obvio que te llegó la andropausia. —

— ¡Pero no lo digas con una sonrisa en la cara! ¡Eso es cruel! — Gael comenzó a reír mientras yo me dejaba caer de nuevo en la barra con un berrinche. — No... yo no soy viejo. ¡No los soy! ¡No lo soy! —

— Oh vamos, sabes que es broma. Pero si estás aburrido porque no te vas de viaje con ese amigo tuyo que vino hace meses. — Reía Gael divertido.

— Ojalá pudiera irme ahorita mismo a mi viaje con Maximilian, pero recuerda que el sábado tenemos la fiesta de los 10 años de Luna Café. —

— Oh es verdad. Julián hizo todos los preparativos ¿No es así? — Preguntó curioso el chef.

— Así es, de hecho, le haré una videollamada más al rato para ver como va los preparativos. — Contesté y proseguí con mi trabajo mientras observaba como la gente nos miraba a ambos, como si nunca hubieran visto a dos compañeros de trabajo platicar de sus cosas. Hasta la clientela era distinta... Seguimos con el día, las ventas estaban bien a pesar de todo, la gente le agradaba el lugar y estaba contento con eso.

— ¡Papá Darío! —

— ¡Tío Darío! — Escuché de repente y fue que dos niñas corriendo en mi dirección abrazándome con fuerza, yo me encontraba de salida a mi casa para hacer algunas llamadas y como el menú de los restaurantes y tambien un proyecto en el que Javier me invitó a participar como ingeniero en electrónica.

— ¡Daniela! ¡Ximena! — Sonreí al verlas, eran pocas las veces que podía ir a visitarlas o que ellas vinieran por lo que las pocas veces que nos veíamos al año era una alegría inmensa, no solo con ellas con todos mis amigos de mi ciudad. — ¿¡Pero como llegaron!? —

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora