Cicatrices de un joven corazón

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Después de aquella visita al panteón, no volví a la cafetería. Estaba confundido y triste, simplemente necesitaba estar a solas y pensar en todo lo que me había dicho Dante antes, y tenía razón. Casi todas las veces fue mi culpa que mi vida se derrumbara, realmente todo el tiempo era causa mía que todo cambiara a mi alrededor, herí a personas y me herí a mí mismo... ¿Por qué? ¿Qué tanto debía de odiarme para estropear mi propia felicidad?

Al final llegué a la casa de Damián donde estuve lo que quedaba de la tarde mirando el televisor, tomando un poco de tequila, tenía prohibido ponerme hasta atrás, pero unas cubas si podía tomar de veces. Ni siquiera noté cuando se hizo de noche o cuantas películas pasaron. Solo noté cuando de repente escuché como la puerta se abrió de repente y observé como Damián entro corriendo apresurado.

— ¡Mi bello ángel! — Exclamó el abogado y solo me quedé viéndolo extrañado.

— ¿Qué? ¿Qué pasó? — Pregunté, pero con una mirada molesta el abogado se acercó sentándose a un lado mío.

— ¿Qué pasó? De repente desapareces, llegó a la cafetería y me dicen que no volviste nunca, trató de llamarte y me mandas directo al buzón. Estuve como loco buscándote en todos lados para que al final estuvieras aquí, el lugar donde menos pensé que vendrías. — Pestañeé varias veces y fue entonces que chequé rápidamente mi celular.

— Soy un idiota, no quité el modo avión de mi celular. — Me quejé haciendo mi cabeza hacia atrás y ocultando mi rostro. — Lo siento, pero no me fijé. En verdad, una disculpa por preocuparte así. —

— Sigues siendo igual de descuidado. — Reía tiernamente el abogado acariciando mi cabello. — Solo no lo vuelvas a hacer. Pero mejor dime, ¿Qué significa todo esto? Según recuerdo, tu no puedes tomar. — Me miró de nuevo serio y solo dejé mi vaso en la mesita de frente.

— El doctor que me estaba viendo en San Miguel de Allende me dijo que podía beber unas cuantas cubas, mas no embriagarme. Me tomó algunas cubas de vez en cuanto, sobre todo cuando estoy triste. — Mencioné y fue entonces que Damián se acercó aún más preocupado.

— Mi bello ángel ¿Estás triste? ¿Por qué? — Escuchar esas dudas me hacía sentir peor más porque se trataba de Damián y solo lo miré aguantándome las ganas de llorar en frente de él. Solo puse mi mano sobre la suya.

— Yo te he herido muchas veces, cuando me encontraste caminando en la calle y te dije que no te metieras en mis asuntos, cuando fuimos aquel viaje por nuestro primer aniversario de novios, lo hice tambien cuando me encontré con Esteban en LandDivice, lo hice cuando terminamos la primera vez y cuando nos reencontramos en Puebla cuando él murió, lo hice incontables veces cuando desquitaba mi enojo contigo, cuando te dejé esta ultima vez y me fui a San Miguel. Y no solo a ti, si no a mucha gente... Yo no merezco la felicidad Damián, y menos contigo. Porque sé que volverá a ocurrir todo se irá a la fregada por mi culpa y volveré a herirte. —

— ¿Por qué estás diciendo todo eso? Mi bello ángel, sé que hemos tenido caídas, pero la vida es así. — Lo escuché y solo me quedé en silencio. — No sé que tienes, pero quiero que lo sepas, todos merecemos la felicidad, solo hay que buscarla. —

— Yo ya he tenido la felicidad buscada muchas veces entre mis manos, y siempre lo arruino. Siempre destruyo mi felicidad. — Repliqué.

— Si así pasa. Darío, uno no sabe cuando realmente feliz, no sé que fue lo que pasó para que tuvieras esos pensamientos, pero ¿Olvidaste lo que te dije en la cafetería? Yo te prometí ser el reflejo de la felicidad. — La mano del abogado de repente se entrelazó con la mía apretándola un poco. — Si, algunas veces nos auto saboteamos, yo lo hice varias veces. Pero eso no significa que no merezcamos ser feliz, solo míranos... A pesar de 8 años sin estar juntos, estamos luchando por lo que queremos, porque ambos nos dimos cuenta que el camino hacia esa felicidad es con él otro. Ha pasado mucho tiempo, mi bello ángel, hemos pasado por demasiadas cosas... Por dios, estuvimos involucrados en el caso de la madre loca de Zachary Stone y en el amorío de Anthony Deligiannis, te fuiste de vacaciones con Maximilian Wells y yo estuve en un salto de paracaídas con Carlo de Santis. — Comencé a reír después de recordar todo eso.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora