El matrimonio es de dos

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Ximena estaba contenta mostrándonos su vestido ideal, bueno el color que quería que fuera su vestido. Mientras tanto observaba como Carlos y Julieta estaban hablando con Damián mientras comían y tomaban café.

— Mi niño ¿Ocurre algo? Te veo algo tenso. — Comentó de repente mi tío con preocupación.

— Es una larga historia. Pero estoy bien. — Dije sin más.

— Tío Darío, entonces ¿Podemos buscar mi vestido pronto? — Preguntó Ximena con una ilusión demasiado grande. Que me hacia sonreír al verla.

— Claro que si mi niña. Iremos a buscar tu vestido pronto. — Logré notar como mi tío Roberto solo se nos quedaba viendo con una sonrisa muy alegre, al parecer en verdad se veía reflejado en mí. Y tenía razón, esos momentos con Ximena me hacía recordar los momentos que viví a lado de mi tío.

Dos horas después despedí a los chicos que vinieron de visita con Damián un poco incomodo tras los comentarios de Carlos. Damián y yo los despedimos, tomé su mano apretándola con fuerza.

— Sé lo que paso, esos comentarios de Carlos lo arruinaron todo. Lo siento mi bello ángel. — Comentó mi esposo con una mirada triste, pero solo mi mano acarició su mejilla, le sonreí dándole un beso en su nariz.

— No te preocupes. Todo está bien, mejor ¿Qué te parece cena tu y yo esta noche? Nosotros solos. — Comenté mirando con cierta picardía a mi esposo.

— Pero ¿Y los niños? — Reí levemente acercándome al oído de Damián.

— Le dije a Beltrán que hiciera esquina. Vendrá por ellos cuando cerremos. —

— Te amo, con todas mis fuerzas mi bello ángel. — Y como lo había dicho, el hermano menor de los Morales llegó por nuestros hijos y Ximena, su hija Gabriela estaba contenta porque todos iban a tener una piyamada. Mientras tanto yo y Damián como era común en nuestras citas hacer juntos la cena, preparar la mesa, poner algo de música y hablar de nosotros. Me encantaba cuando Damián me decía tantas cosas cursis que comúnmente no decía en público. Era nuestro momento, una noche para amarnos como se debía, entre platicas, besos, caricias...

— Mi bello ángel ¿Estás bien? — Abrí mis ojos viendo el rostro de Damián, cubierto de sudo mientras sus manos tomaban mi cintura por detrás, ambos desnudos siendo uno, mis manos acariciaron su rostro viéndolo detenidamente como su bella sonrisa me hacía volar más y más. — Siempre me encanta esta posición, así puedo ver de cerca tus ojos y como esa expresión lujuriosa aparece cuando entro en ti. Me vuelve loco. —

— Damián. — Me aferro a su besos como si no hubiera mañana, mis dedos se clavaban en su ancha espalda sin darme cuenta que lentamente era recostado sobre la cama sintiendo el peso de su cuerpo sobre mí. — Te amo. —

— Tambien te amo mi bello ángel. — Nuestras citas eran las mejores, porque nos demostrábamos mutuamente que ambos seguimos luchando por mantenernos enamorado del otro. Como lo prometimos ese día cuando firme aquella acta.

*

— Tío Darío. — Sentí como los brazos de un joven adolescente me abrazaban. — Tenía tantas ganas de verte tambien. —

— Valentín, mírate esta muy grande. — De repente noté como sus rasgos comenzaban a parecerse a Esteban, tal vez era por el abuelo del chico. — Que bueno que vienes a visitarnos. — En ese momento miré a Azucena con una sonrisa, era un día nuevo y en la cafetería era la hora en que no había tanta gente.

Cicatriz de Espadas  (Historia LGBT/Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora