Parte 5

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El sonido de los cables en pleno corto resonaba en sus oídos. Sintiendo únicamente la rígida frialdad de la mesa en la que estaba apoyada lo que podía sentir en su piel.
No había nada, solo una penumbra total y profunda. Que era iluminaba por fracciones de segundos por las chispas que desprendían los cables que estaban mas allá de su potenciada vista.

Su piel estaba erizada, su cuerpo desnudo estaba expuesto y sensible. Sus poros reaccionaban ante el frió espacio en el que estaba recluida.

"Pierrot...".

Una fugaz imagen llego a ella, tan distante como familiar. Cálida y apreciada por la ginoide.
Los recuerdos de aquel niño que le tendió la mano parecían lejanos, en que momento las cosas habían cambiado tanto?

Suspiro, adornando el helado aire con su respiraron que se desvaneció al mismo tiempo que ascendía camuflado en un fino vapor blanco.

Lo recordó, las cosas siempre estuvieron cambiando, solo que para ella todo parecía igual.

"Vendrán a buscarme...?".

A su alrededor algunas figuras se movían, discutían, le hablaban, pero su propio cuerpo estaba demasiado estropeado como para responder de alguna forma.

Fue entonces que el aroma de varias flores la bañaron.
Aquel dulce perfume natural la tranquilizo hasta el punto que no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.

♦ ♦ ♦ ♦ ♦

Feliz cumpleaños.

Lo había olvidado, su primer cumpleaños. El día en que conoció al hombre que la acompañaría desde ese momento.
Su cama, aquella mesa era prácticamente igual a la cama donde ella se vio rodeada por miles de flores. Entonces, por que se sentían tan diferentes?

El joven que la recibió, aquella imagen parecía tan distante, efímera y frágil.
Esa mirada tan amistosa, esa expresión que solo un padre era capaz de regalarle a alguien.

Yo... quien...

Lo primero que vio.

Señor...

No me llames señor...

—No me llames señor

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Me llamo Pierrot... y tu eres Vitrix.

El chico que la creo.

Vi... t... rix...

Es tu nombre...

Mi... nombre...

Desde aquel día, desde el momento en que el la ayudo a ponerse de pie por primera vez.
Lejos del entramado mecanismo que le daba movilidad, algo extraño empezó a crecer en su pecho.

Vamos... un paso a la vez... —decía el chico mientras tomaba la mano de la ginoide que comenzaba a caminar, trastabillando cada ciertos pasos—. Lento...

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