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Narra Micaela:

 Me estaba cambiando para acompañar a Matías (Ecko) a una competencia de freestyle que tenía ésta tarde y para ser totalmente honesta no sé porque le dije que lo acompañaba. Ayer había sido mi "último primer día" con mis compañeros de curso y había vuelto con una resaca, un dolor de cabeza y unas ojeras que ni con todo el maquillaje del mundo se podría disimular, Estaba cansadísima, pero es mi mejor amigo así que lo apoye como el hace conmigo siempre.

 Somos mejores amigos desde que eramos pequeñitos, siempre me defendía o me acompañaba cuando me sentía sola o pasaba por un pésimo momento. Él sabia exactamente como consolarme o animarme. Era mi pilar de sostén cuando todo estaba mal. 

 Empezó con el freestyle desde hace unos años, es muy talentoso y muy dedicado, siempre lo apoye aunque se que el no lo necesita... es autosuficiente. Ojalá yo pudiera ser igual pero según él mi apoyo aporta bastante en su vida.

 Con el tiempo sus amigos también se hicieron mis amigos y nos llevamos muy bien, más de lo que pensé. Nunca fuí de tener amigas mujeres, había una o dos de confianza a las que les contaba los aspectos más íntimos de mi vida y los demás eran todos hombres.

 En ese grupo estaban: Mauro (Lit Killah), Marcos (Mks), Damián (Dam), Daniel (Ribba) y el otro Mauro (Duki). Con este ultimo tenía mas confianza, fue uno de los primero amigos que teníamos en común con Matías.

 A todos ellos los conoció por el freestyle y por ende, yo los conocí también.

—¡Micaela!— el grito de mi mamá resonó desde abajo, en la cocina— ¡Llegó Mati, bajá!

 Gire los ojos sin poder evitarlo. Siempre grita como una loca, los vecinos ya deben de estar hartos de nosotras y de nuestros gritos. Por suerte es Mati y ya está acostumbrado a la escandalosa voz mía y de mi mamá porque de otro modo me moriría de la vergüenza.

—¡Que ya voy!— grité al igual que ella. Me quejo sin razón, al fin y al cabo soy igual que ella ¿será hereditario?

 Terminé de "peinarme" un poco con las manos sin mucho convencimiento, me retoqué el maquillaje para disimular la resaca que se hacía notar sola y bajé.

 Ví a Mati tomando un vaso de Coca-Cola que seguro mi mamá le había ofrecido y al darse cuenta de mi presencia se paró del sillón dejando el vaso en la mesita ratonera del living para acercarse y saludarme.

—¡Atrapame!— grité corriendo en su dirección y saltando sobre el, lo que hizo que se cayera al sillón nuevamente conmigo encima. 

—¡Ay tarada! ¿porqué tenés que ser tan bruta, zopenca?— se quejo agarrándome de mi cintura despacio y tirándome al piso sin lastimarme.

—Uh, también vos ¡no te aguantas nada loco!— fingí enojarme e hice un puchero cruzándome de brazos.

 Volteó a mirarme y se hecho a reír. Se mordió su labio inferior negando con la cabeza y mirando al techo como pidiendo paciencia a una fuerza superior.

—Querida hace 9 años nos conocemos. Ya sé diferenciar cuando estas enojada y cuando me estás boludeando.— respondió irónico.

Era verdad, pero aún así no le contesté.

—¿Te querés hacer la enojada? mira que conmigo no te sale eh.— dijo en tono canchero, no le preste demasiada atención y seguí con mi falso enojo.

 Pero antes de que pueda contestarle me agarró y me subió a su hombro como si fuera una bolsa de papas. Empezó a girarme por todos lados para luego dejarme en el piso y aprovechar que estaba mareada para comenzar a hacerme cosquillas debajo de las costillas. 

«Tu mirada» •Wos•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora