V. Incompleta

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Recorrió lentamente el mismo sendero del bosque por el que había venido, pensando en la enorme confusión emocional que sentía en relación a Poe. Sin darse cuenta, llegó pronto a su cabaña y entró en ella sin prestar mucha atención.

La había construido de forma rústica, con apoyo de Finn y Poe, aun cuando ninguno de ellos lo recordaba realmente. Rey todavía se sentía culpable por haber usado La Fuerza en contra de sus amigos, haciéndolos olvidar aquello y el cómo encontrar ese lugar, pero le había parecido que era la única forma de mantenerse objetivamente aislada de todos y descansar.

En general disfrutaba de la compañía de quienes estaban en la academia. Solía entrenar constantemente y sus Padawan siempre le sacaban una sonrisa, en especial los gemelos con sus extrañas ocurrencias. Estaba conforme consigo misma, no sólo por lo que había logrado desarrollar ahí, sino también porque estaba verdaderamente acompañada, en familia. Sin embargo, en ocasiones podía llegar a sentirse profundamente abrumada con su propia mente y aunque se esforzaba en meditar, no siempre lograba alejar sus ansiedades.

Desde la batalla de Exegol que empezó a tener pesadillas muy vívidas y reales, casi todos los días. Entendía que era una consecuencia de todo lo que había pasado y esperaba que desaparecieran con el tiempo, pero no lo hicieron. Se arraigaron en ella la pesadumbre y la culpa por la muerte de Ben, además del vacío por su pérdida.

En ese tiempo, no dejaba de pensar en que él volvería, o que en cualquier momento, la fuerza uniría sus mentes, pero los meses pasaron y jamás ocurrió. En ocasiones se pillaba a si misma distraída en ensoñaciones sobre qué habría ocurrido si él hubiese sobrevivido.

Incompleta... tal vez esa era la palabra correcta.

Los años comenzaron a pasar y aunque evitaba demostrarle a los demás ese dolor, Rey lo cargaba en silencio, como una mochila personal. Sabía que tanto Finn como Poe se daban cuenta de sus días malos, pero se esforzaban para hacerla olvidar y ciertamente funcionaba, al menos durante el día.

La casa, tipo cabaña, era aparentemente pequeña, justa para una o dos personas. Al entrar, a mano izquierda había una especie de sofá-comedor, con un estilo muy parecido al del Halcón Milenario, un mueble con algunos artículos de cocina y varias cosas desordenadas. A la derecha de esa especie de living-comedor se encontraba una cocina simple y un fregadero artesanal con un par de ventanas.

Avanzó por el pasillo y dobló a su izquierda, en donde estaba su habitación. Allí solo había una cama grande, una mesita y dos puertas: La que conducía al cuarto de aseo y la otra a un pequeño closet del mismo ancho.

Se recostó en la cama y miró al cielo por el tragaluz del techo, que era lo único que proporcionaba ventilación y luz natural al dormitorio. Aunque la casa estaba rodeada de árboles, Rey siempre se subía a ellos para recortar las ramas y permitir que no le taparan esas vistas, pues le daban una increíble paz. Dejó que las sombras de las hojas hipnotizaran sus sentidos lentamente, hasta que terminó por quedarse dormida con la ropa puesta y sin darse cuenta.

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Estaba en una cueva, más grande de lo que le parecía a simple vista. A sus espaldas, rugía ferozmente el viento y hacía muchísimo frio, mientras el vaho salía por su boca al respirar. Este lugar era nuevo en sus sueños, pero la cueva no, puesto que parecía haber sido hecha manualmente y habitada hace tiempo atrás. Avanzó como si buscara algo, pero no lograba ver bien entre las sombras. Era casi como un laberinto: Derecha, izquierda, derecha otra vez y de pronto, algo la alertó.

No estaba sola.

Se quedó de pie un momento que le pareció eterno, esperando a que sus ojos se acostumbraran finalmente a la falta de luz. Notó que en las paredes había extraños dibujos, quizás de cientos de años. Caminó varios minutos lentamente, evitando hacer ruido y se quedó helada cuando lo vio. Una figura muy parecida a la que había visto hoy durante el entrenamiento de los Younglings, oscura y borrosa que se abrazaba a sí misma en el piso.

- Ayúdame, Rey...

En su mente aparecieron imágenes externas del lugar, como si fuera un recuerdo reprimido. Caminos cubiertos por nieve, unos extraños animales y unas ruinas de lo que parecía ser una antigua base militar de algún tipo.

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Despertó de golpe, sobresaltada. Respiró varias veces de manera temblorosa y simplemente no pudo evitarlo. Se largó a llorar con la cara entre sus manos por varios minutos.

Obligándose a retomar el control de sí misma, terminó por levantarse para darse una ducha y cambiarse de ropa. Esta nueva pesadilla la había dejado demasiado alterada, situación que no ocurría tan seguido desde hace algún tiempo. Estaba acostumbrada al insomnio y a sus malos sueños, pero algo le decía que esto era diferente. Curiosamente diferente.

Reconocía aquella figura o al menos eso creía, en especial su voz. De solo volver a pensar en eso, se puso nerviosa, como si la ansiedad por respuestas empezara a comérsela viva.

- Cálmate Rey – Se dijo – Solo es la... culpa – Concluyó con un nudo en la garganta, mientras se secaba el pelo

Aun cuando la noche ya había avanzado un par de horas, no volvió a la cama. Caminó al pasillo que estaba en frente de su habitación y puso una mano sobre la muralla vacía, cerrando los ojos para concentrarse hasta que se abrió una puerta muy bien adosada. Era imposible detectarla a simple vista y aún si alguien consiguiera distinguirla, solo un usuario de la fuerza podría utilizarla, al igual que otras que tenía escondidas.

Había sido buena idea construir esa cabaña sobre un antiguo centro de operaciones de La Rebelión, que anteriormente había sido un centro de operaciones Imperial, hace más de treinta años.

Soltó un suspiro ansioso y bajó los estrechos peldaños hacia una no tan pequeña habitación. Había varios libros y extraños artefactos en los estantes, unos cuantos computadores portátiles de localización y comunicación, además de mapas galácticos, entre otras cosas. Buscó un libro en particular y se sentó en una de las sillas que estaban alrededor de la mesa central.

Aquel lugar seguía siendo un centro de operaciones completamente funcional, solo que no lo usaba. Nunca lo había necesitado en los seis años que llevaba en ese lugar y sin embargo, luego de sus ásperas relaciones con el Nuevo Senado Galáctico, se preocupaba de mantenerlo en buen estado.

Hojeó el libro escudriñando algo, sin tener claro qué podría ser y luego de media hora se rindió. Frustrada, tomó otro libro, uno grueso y azul, que tenía detallados dibujos y explicaciones de ciertos planetas, sus culturas y habitantes. Pasó las hojas nuevamente, buscando sin buscar hasta que varias descripciones llamaron su atención:

"Las temperaturas pueden alcanzar los -32° por el día y los -60° por la noche"

"Las mareas rompen las placas sólidas de hielo y permiten a las algas enviar algo de oxígeno al exterior, lo cual proporciona alimento a los Tauntaun y a los Wampa, depredadores naturales de los primeros"

"Antigua base Rebelde... con túneles bajo tierra"

Rey observó con detalle las imágenes de las extrañas criaturas y se sorprendió al notar lo parecidas que eran a las que había visto en su pesadilla. Releyó con cuidado las páginas que correspondían al planeta Hoth y su corazón se aceleró.

Ese era el lugar. Algo le decía que debía ir ahí y rápido.

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ULTIMA EDICIÓN: 03/02/2021

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