- Doblegar -

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Miraba sus pies, fastidiada por como la árida tierra le ensuciaba los zapatos. Detestaba estar aquí, más que en cualquier otro lugar de la galaxia. Era consciente de que gran parte de la historia Sith se había forjado en este planeta inhóspito y Lady Dorka tenía un poco disimulado apego por este restaurado y modernizado templo, por lo que bajo ninguna circunstancia se atrevería a manifestar sus incomodidades.

Avanzó en silencio, observando a los enormes perros Tuk'ata a los costados de la escalera para entrar al santuario, quienes no dejaron pasar la oportunidad de acercar sus cabezas para olfatearla, emitiendo un suave gruñido

- Estúpidas bestias – Murmuró Leila

La ponían nerviosa, aun cuando sabía que no se atreverían a atacarla. Sus pasos comenzaron a resonar por el ancho espacio vacío, hasta que llegó al final y depositó su mano sobre el muro. Una puerta casi imperceptible al ojo común se abrió frente a ella, cerrándose a sus espaldas en cuanto entró.

El salón poseía múltiples pasillos que llevaban a distintas salas y niveles. Debía presentarse frente a Dorka, pero primero pasaría a saludar a su mas valiosa adquisición.

Tomando el camino de la derecha y bajando un par de escaleras, llegó hasta las celdas. Podía oír débiles lamentaciones desde ellas, pero realmente no le importaba. Finalmente, se detuvo en frente de la habitación que se había transformado en una rutina diaria visitar. Ahí estaba, el muchacho de ojos verdes y cabello castaño que tanto la detestaba

- Sal de aquí – Le ordenó al droide de interrogación que estaba en una esquina - No entiendo por qué te resistes – Dijo una vez que se quedó a solas con el prisionero - El lado oscuro podría hacerte fuerte, más fuerte de lo que ya eres, Jayden

- Nada... de lo que puedas ofrecer... me interesa – Respondió él, con la respiración agitada y el sudor cayéndole por la frente, a causa del esfuerzo que había tenido que hacer para soportar el dolor de su reciente interacción con el droide

- Oh, tal vez aun tienes esperanzas de que vengan a rescatarte, pero eso no pasará. Nuestra ubicación es desconocida por tus amigos, incluso por tu hermano – Manifestó Leila, con un falso puchero - Pobrecito, debe estar sufriendo tanto por tu pérdida, sabiendo que fracasó al cuidar a su pequeño gemelo

Jayden la miró con furia

- Nos has dado muchísima información – prosiguió ella, de pie junto a la puerta

- No les he dado nada – Le espetó el Padawan

- Bueno, en contra de tu voluntad quizás, pero eso es algo manipulable – Susurró divertida – Sufrirías menos si dejaras de oponerte a nuestro control – Dijo, acercándose para poner la mano sobre el dispositivo que tenía en pecho – Pero no te preocupes, te doblegaremos

- No será fácil - Contestó él, amenazante

- ¿Tu crees? – Sonrió Leila, mordiéndose el labio coquetamente, sin dejar de mirar sus ojos – Vas a quebrarte, Jayden

Suavemente, aproximó su boca a la de él, sintiendo como la ira del muchacho crecía en su pecho, quien, en una acción prevista por ella, intentó atacarla sin éxito, puesto que sus muñecas estaban atrapadas en una sujeción retráctil en la pared

- Uy, si sigues comportándote de esa manera conmigo, esta noche dormirás de pie – Rio ella, dando un paso atrás – Aunque también puedo ofrecerte mi cama

- Gracias, pero prefiero quedarme en el piso – Respondió él, tironeando por última vez sus ataduras

- Sabes que no es cierto – Dijo Leila, en actitud altanera - Te parezco atractiva

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