- Tunka -

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Jorus se había cambiado de ropa y mirado al espejo por lo menos tres veces antes de estar plenamente conforme. Aun no amanecía en Kessel, pero debía estar preparado para la visita que recibirían hoy. Estaba ansioso y eso era algo que bajo ningún concepto podía permitirse, menos ahora que necesitaba tener todos sus instintos alertas.

Observó su habitación en detalle y caminó a la ventana para observar las penumbras del exterior, pensando en cómo habían llegado hasta esta situación sin siquiera darse cuenta. Un ligero temblor invadió su cuerpo, uno que se obligó a reprimir, tomando una gran bocanada de aire por la boca, llenando sus pulmones en más de una ocasión para contenerse. Silencioso y decidido, levantó el bolso de género que tenía en el piso, saliendo de ahí con paso rápido y el estómago apretado.

El crepúsculo matutino inundó el santuario de la familia Yaruba, justo a tiempo para que Jorus comenzara a tomar sus funciones habituales en el lugar. Entregó algunas instrucciones simples a quienes se encargaban del aseo y la alimentación, cuando el intercomunicador de su bolsillo resonó

- Ya han llegado – Dijo una voz masculina – Se dirigen hacia allá

Jorus cambió su semblante y se mentalizó en hacer lo que debía. Con una seña de su mano, llamó a diez guardias para que lo acompañaran al puente de aterrizaje, esperando largos minutos, hasta que pudo vislumbrar como se acercaba una nave y se apostaba frente a él. En cuanto la rampa comenzó a abrirse, se obligó a sonreír

- Señora Kodar, es un gusto volver a tener su presencia en Kessel – Dijo el consejero de la Reina con una exagerada reverencia

- ¿En verdad, Jorus? – Le respondió ella con altivez

La mujer llevaba una túnica de un encendido bermellón, que le cubría desde la cabeza hasta la punta de los zapatos

- La Reina Tunka estará lista en unos minutos más, puede esperarla en el salón-comedor si así desea – Expresó él mientras caminaba a su lado

- ¿Pretendes que me quede ahí como un invitado cualquiera? – Inquirió la mujer con una desagradable sonrisa - No, la esperaré en un espacio más digno de mi... posición

- Como usted guste – Cedió Jorus sin cuestionar

Kodar sabía exactamente dónde ir, pero de todas formas el consejero de la Reina la escoltó por los pasillos y escaleras del palacio en silencio y con tranquilidad, hasta llegar al salón del trono. Jorus les hizo una seña a los guardias que cuidaban la entrada, para que abrieran las puertas.

La mujer se quedó de pie en el umbral, observando el lugar y avanzó con paso largo hasta la gran silla que había al fondo, sentándose en ella como si le perteneciera.

- Llévate a los guardias y tráeme algo de beber – Dijo Kodar – El viaje ha sido largo y... cierra la puerta cuando salgas

Jorus hizo una reverencia ante ella, girándose para salir del lugar. Le pidió a unas doncellas que la atendieran y subió por las escaleras hasta el último piso. Golpeó la puerta con suavidad, esperando unos minutos a que le permitieran entrar.

La habitación era al menos el doble de grande, comparada con las que solían facilitar a los invitados, teniendo tres ambientes separados por hermosos cortinajes color granate.

- La Señora Kodar ya ha llegado – Dijo él - La espera en el salón del trono

- ¿Crees que me veo bien Jorus? – Preguntó Tunka que estaba de pie frente a un enorme espejo, con un elegante vestido blanco, acompañado de sus habituales joyas doradas

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