XLV. Legado

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La mañana avanzaba lentamente, como si quisiera regalarles la mayor cantidad de tiempo posible. Hablaron poco durante ese tiempo, pues se dedicaron a disfrutar el hecho de simplemente ser y estar, como un preciado tesoro.

- No sé si lo sabes – Dijo Ben de pronto - Pero mi madre también se casó aquí, en Endor

- No-no lo sabía – Respondió Rey sorprendida

- Fue una ceremonia pequeña, solo entre los más cercanos – Contestó él

- ¿Por eso querías hacerla aquí? – Preguntó ella curiosa

- Mmm, uno de los motivos – Dijo él

- ¿Y cuáles eran los otros? – Preguntó ella una vez más

- Salir a la galaxia contigo de mi mano y... evitar que te arrepintieras – Bromeó él

- Sospecho que ese último era el que más te preocupaba – Dijo Rey divertida, mientras cambiaba de posición y se sentaba sobre él

Se observaron y ambos notaron que los ojos del otro brillaban con una especie de luz propia, propia y compartida a la vez, algo que solo les pertenecía a ellos

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Se observaron y ambos notaron que los ojos del otro brillaban con una especie de luz propia, propia y compartida a la vez, algo que solo les pertenecía a ellos. Se besaron con dulzura un par de veces, se abrazaron y dejaron que naturalmente, un par de declaraciones de amor salieran de sus labios. Estaban embobados el uno con el otro.

Estuvieron en el claro hasta pasado medio día, cuando el hambre fue difícil de ignorar, a pesar de haber comido un bocadillo a mitad de la mañana. Recogieron las cosas y se fueron de la mano, no sin que Rey se detuviera un momento a observar como aquel pequeño claro rebosaba de nueva vida y significado.

Al llegar a la cabaña, Ben le dijo que descansara mientras cocinaba, pero ella se negó rotundamente

- Me has consentido suficiente

- Nunca será suficiente – Respondió él seriamente, mirándola a los ojos

Rey se lanzó a sus labios y Ben la recibió feliz de probar su deliciosa boca nuevamente, apegándola a su cuerpo y sintiendo un creciente apetito por ella. Lamentablemente sus estómagos rugieron con tal fuerza, que se vieron en la obligación de olvidarse de aquella idea. Prepararon juntos la comida, sonriéndose tontamente enamorados cuando sus miradas se encontraban. Comieron a gusto, dejando todo ordenado y limpio para poder ir a descansar.

Se recostaron en la cama, con los pies elevados sobre el muro, como extrañamente les gustaba hacer.

- Puedes dormir un poco si quieres – Dijo Ben de pronto – Te debo un par de horas de sueño

- Mmm... tentador – Dijo ella riéndose – Pero prefiero disfrutar a mi esposo

Rey giró su cuerpo para ponerse sobre él, quien ya la estaba esperando con los brazos abiertos, atrapándola con un íntimo beso que les robó el aliento. Ben se reincorporó con ella encima y se acomodó poniéndose de rodillas, mientras la apegaba al respaldo de la cama, atrapando sus muñecas. Aprovechó de besar sus clavículas, sus hombros y su cuello, teniendo que soltarla para quitarle la polera.

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