- Kadet -

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Cuando todos se retiraron para dormir, Nakia siguió con la mirada a Kadet preguntándose si sería prudente acompañarlo esta noche. Ella misma tenía latente la tristeza de su visión en la gruta y honestamente, quería estar sola, al menos un momento. Se fue a su choza, encendiendo el fuego y con el corazón aun apretado, se recostó en la cama para mirar el techo.

Kadet por su parte, en cuanto entró a la estructura de piedra donde dormía, se dio cuenta que no quería estar ahí. Buscó entonces, una de las mantas térmicas que tenía sobre la cama y mientras se la ponía sobre los hombros, vigiló en el umbral de la puerta a que no hubiera nadie para poder salir de ahí.

Tenía la ira pegada al pecho y también el miedo y la preocupación. Caminó sin rumbo fijo, con una pequeña linterna para poder guiar su camino, sin embargo, a causa de la lluvia que había habido durante todo el día, el piso estaba resbaladizo, por lo que sin darse cuenta dio un paso en falso y cayó un par de metros cuesta abajo, quedando a solo centímetros del borde del acantilado que daba a los roqueríos de la costa.

Maldijo para sus adentros, permaneciendo voluntariamente inmóvil algunos minutos, con la intención de comprobar que todo estuviera bien en sí mismo. Mojado, sucio y adolorido, se levantó lentamente intentando visualizar un camino de regreso a la aldea.

La verdad era que no quería volver aun, así que recogió su manta del piso y sin poder encontrar la linterna, tuvo que avanzar con la penumbra de la noche hasta encontrar un lugar por donde volver a subir. Analizando sus opciones, terminó por sentarse en silencio para enfocar su vista en el tenue reflejo de la luna sobre el océano.

Por algún motivo, el golpe le había quitado la rabia y suspirando, se abrigó abrazándose a sí mismo por las rodillas, dejando que los recuerdos inundaran su mente.

Parte de su pasado se había hecho latente en la gruta. Su infancia, privilegiada a diferencia de muchas, había sido en la ciudad de Rhovari, en el planeta Ryloth. Su familia, de buen prestigio, tenía una gran casona en el lugar, rodeada de comodidades y atenciones que lo hicieron crecer lleno del amor de sus padres, al menos en los primeros años.

Intentó visualizar la imagen de ellos, pero apenas lo logró, sintiendo como la pesadumbre lo invadía

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Intentó visualizar la imagen de ellos, pero apenas lo logró, sintiendo como la pesadumbre lo invadía. Había sido un hijo esperado, amado, consentido y bien cuidado, pero esa aparente bienaventuranza no duraría mucho tiempo, pues la desgracia cayó sobre él cuando tenía nueve años y sus padres un día simplemente, no volvieron ni volverían a casa.

La conmoción por aquella pérdida afectó a todo el clan. Kadet no entendía lo que había pasado y la única escueta explicación que recibió en ese momento, fue de parte de su abuelo Ossmo

- Tus padres son héroes de la Nueva República y han dejado muy en alto el nombre de la familia Coz en ella – Le había dicho él – Espero que sepas honrar sus muertes

Sus abuelos se hicieron cargo de él, o al menos se preocuparon de cumplir con sus cuidados básicos, puesto que ambos, hundidos por los sentimientos de pérdida y dolor, se olvidaron casi por completo de su presencia. Kadet, de la noche a la mañana se sentía completamente desamparado.

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