-EN PAUSA Y PROCESO DE EDICIÓN- ⚠️🔞 || Un Fanfic de Star Wars // Reylo ||
Los sucesos de esta historia se llevan a cabo 7 años desde el fin del Episodio IX
(¡Si no la has visto no sigas adelante!)
"Rey ha procurado continuar el camino que sus Mae...
Volaba lento y a baja altura agudizando lo más posible su vista. El viaje había sido agotador pues al ir sola, no tenía quien la relevara en los controles de mando de la nave. Solo había dormido unas pocas horas durante el viaje al hiperespacio, donde había dejado las coordenadas listas y el piloto automático. Llevaba varias horas buscando algún indicio, pero todo se veía igual: Blanco.
Seguía atenta las informaciones de rastreo que le daba la nave, pero todo con poco éxito. Logró vislumbrar unas estructuras metálicas, pero no era lo que buscaba. No quería bajar a explorar innecesariamente, pues se congelaría. Tenía grabada en su cabeza las imágenes de su última pesadilla, sabía claramente lo que tenía que encontrar, al menos en teoría.
El tiempo avanzó con más rapidez de lo que quería y sobrevoló un poco más el planeta de noche, pero no tenía asunto. Aterrizó la nave en lo que parecía un lugar seguro y se fue a dormir arropándose con las mantas térmicas que se había traído.
Durmió pocas horas debido a la ansiedad que se la comía viva. Retomó el vuelo y luego de algunas horas le pareció distinguir una estructura metálica redonda parecida a algún cañón de tierra antiguo y unas instalaciones aparentemente militares de varios años atrás. Su ansiedad se transformó en emoción: Iba por buen camino. Prestó muchísima atención a los alrededores y más allá distinguió un grupo de Tauntaun junto a unas montañas, caminando a las afueras de una cueva. Era demasiada coincidencia.
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Aterrizó la nave a una distancia prudente de los animales, pero lo más cerca posible de aquella entrada, por si debía salir huyendo. Tomó la mochila que había preparado, su vara y su sable láser y bajó de la nave. Todo era demasiado deslumbrante y sintió molestia en sus ojos por el exceso de blanco y brillantez del lugar. Corría un viento helado que le pareció demasiado doloroso en sus mejillas, como pequeñas agujas que le perforaban la piel, así que se cubrió lo mejor posible.
Avanzó algunos pasos, atenta a los Tauntaun, pues no quería tener que pelear sin necesidad y se adentró en la cueva. Esperó a que sus ojos se acostumbraran al fuerte cambio entre la luz exterior y la oscuridad interior y luego prendió su sable de luz para poder ver mejor.
Esta cueva le parecía familiar, pero no era muy igual a la de su sueño, excepto por los laberintos, que eran cada vez peor. Luego de largos minutos de caminar estaba desorientada y probablemente perdida. Suspiró resignada, al menos ahí adentro no corría viento y el frío era muchísimo menor, aunque húmedo.
Cerró los ojos con la intención de conectarse con lo que fuera que le ayudara a salir de ahí o a encontrar lo que buscaba y se dio cuenta que una extraña energía emanaba de los muros y crecía en una misma dirección, así que avanzó siguiéndola. Esa fuerza era algo ancestral y sintió que no cualquiera podía tener el honor de detectarla. En algún momento de su caminata se percató que había dibujos en las paredes, extraños y antiguos, casi iguales a los de su pesadilla.
Continuó avanzando varios metros y se detuvo. Movió su sable para ver mejor, pues le parecía ver una sombra que desentonaba entre las piedras del fondo del camino. Avanzó con cautela y se quedó de piedra.
Era el hombre que había visto, en el sueño y en la visión, en la misma posición, sentado en el piso, apoyado en el muro y abrazándose a si mismo. Incrédula se acercó con cuidado y le alumbró con el sable.
No podía ser verdad.
Dio un paso hacia atrás y el hombre levantó la cabeza. A Rey le pareció ver una tímida y fugaz sonrisa, pero no estaba segura. El miedo la invadió y sus ojos se llenaron de lágrimas que se esforzó en reprimir. Quería decir tantas cosas, pero solo se quedó de pie junto a la figura un par de minutos, observándolo.
Se percató que solo llevaba un pantalón y una delgada polera y temblaba fuertemente. Su rostro estaba enrojecido y su piel lucía partida y seca. Las manos parecían tener pequeños moretones en los dedos, probablemente por el frío.
Rey se puso de rodillas frente a él, dejó el sable de luz en el piso y sacó de la mochila una de las mantas térmicas que había traído, acomodándola por la espalda del hombre y sobre su cabeza, envolviéndolo con ella.
Él movió su mano bruscamente y la agarró del brazo, lo que la sobresaltó. Pudo notar como el frio de su piel traspasaba las capas de ropa de ella. El hombre abrió la boca para decir algo, pero no salió sonido alguno.
- Necesitamos salir de aquí - le dijo Rey suavemente – Pronto anochecerá y no estoy segura que sobrevivas una noche más.
- No... puedo... levantarme – Dijo el hombre con una voz temblorosa, ronca y rasposa
Rey meditó sobre eso. No sabía cuánto tiempo llevaba sin comer, beber o dormir, ni desde hace cuantos días estaba expuesto al frío intenso. Él se aferró a la manta que ella le había puesto, mientras Rey sacó de su mochila otras cosas. Tomó con cuidado las piernas del hombre y escuchó una débil queja salir de sus labios mientras las estiraba y cubría con otra de las mantas térmicas que había traído. Rey abrió con cuidado una fuente metálica de la cual salió un vapor con un intenso olor que llenó el ambiente.
- Tienes que recuperarte lo suficiente como para que puedas caminar – Dijo ella suavemente, mientras le acercaba una cuchara con sopa.
Él abrió la boca y tragó con dificultad, sus labios estaban partidos y con un leve tono morado por el frío.
Mientras Rey lo alimentaba no podía dejar de mirar su rostro, ¿era acaso una mala broma del destino? Su estómago estaba apretado y su pecho también, pero se esforzaba en no sacar una rápida conclusión hasta no poder verlo bien a la luz del día o conocer su historia. Cuando terminó, sacó la última manta térmica que había traído y se la puso a sí misma, sentándose apegada a él para mantener el calor corporal.
- Intenta dormir – Le dijo Rey – Yo velaré tu sueño
Él asintió corta y lentamente con la cabeza, cerrando los ojos y acomodándose más cerca de ella, lo que la puso nerviosa, pero no lo recriminó. Pareció quedarse dormido con facilidad y Rey levantó su mano en dirección a él. Cerró los ojos y exploró su cuerpo con la mente, con tal de ver sus lesiones. Algunos órganos internos empezaban a fallar y sus músculos estaban notoriamente atrofiados por el frío. Se dio cuenta por completo que la fuerza que emanaba de este cuerpo no solo le era familiar, sino que ya la conocía. Su corazón dio un vuelco y latió fuertemente.
No tenía sentido, nada de esto tenía sentido. Lo miró dormir y dormitó junto a él lo que quedaba de día y toda la noche, hasta el amanecer.