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1 semana

El ya había llegado, aún recuerdo cómo casi me desmayo cuando lo vi en la sala con sus maletas. Soy un lío de sentimientos en este momento, no sé qué es lo que quiero, sólo sé que quiero estar con él, donde no sufriré.

Él me tiene abrazada, aún no nos queremos levantar de la cama, me duele el pecho por tanta mentira que le he guardado, el no se merece esto, pero tampoco merezco al otro que me destrozará.

Me duele engañarlo y más a mi, no me merece, así de mentirosa.

Esto pasará.

Me levanto para ir a almorzar, mi madre está en la cocina almorzando, ella tiene llave de mi apartamento así que no me sorprende el que esté aquí.

-Buenos días.-me saluda, me acercó a darle un beso en la mejilla. Hasta por no saludarla me castiga.-.recuerda que tienes que ir a la iglesia a confesarte.

No recuerdo en qué momento ella se volvió tan creyente, me pidió que fuera a confesarme para ser una novia pura que llegue al altar. La familia de Jace lo es desde hace tiempo.

-No puedo creer que ya te vayas a casar.-estoy harta de que me lo recuerde, tomo asiento y empiezo a comer.

-lo se, ni yo.-entra Jace, rodea la mesa para darme un beso en la mejilla.-su alma y la mía se unirán para ser una.

-¿ya le enseñaste la sorpresa?.-pregunta mi mamá, miro raro a Jace, nunca me mencionaron nada.

-¿qué sorpresa?.-pregunto, él mira cómplice a mi mamá.

-¿qué tal si terminas de comer y te arreglas? Te llevaré a la iglesia y de ahí a la sorpresa.

Termino de almorzar, voy hacia mi habitación y me pongo un vestido largo de cuadros negros y verdes, como si fuesen los 50s, arreglo mi cabello y me pongo los zapatos.

-oye...-Jace entra con una falda rota. No se que decir, es la falda que Sebastian me rasgo salvajemente.-¿qué le pasó?.

-de seguro fue la lavadora.-pongo la excusa y él asiente.

-compraré una nueva.

Me siento como una reina con esto, tengo que vestir bien, así fue de específica la señora Juliet, tengo que vestir como una dama y buena novia. Ella aún vive en el año del caldo.

Llegamos a la iglesia, el se ofreció a esperarme en el auto, así que voy yo a dentro, no hay fila para confesarse, me arrodillo enfrente del confesionario que es de madera. Me persigno y lo saludo como debe ser, lo bueno de esto es que no ve mi rostro.

-¿qué es lo que más te agobia, hija?.-pregunta el sacerdote.

-Padre, confieso de que cometí...¿adulterio?.-jamás me gusto hacer este tipo de cosas.

-se más especifica por favor.-miro hacia atrás de mi.

-Engañe a mi futuro esposo.-Respondí, suelto aire por que se siente bien soltar lo que tienes atorado.

-¿fue sólo una vez?.-pregunta de nuevo.

-No, lo malo de esto es que él es el diablo en persona.-miro hacia el techo rogando de que no se me aparezca en ese momento.-y me tienta demasiado, y me gusta.

CHATEAUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora