Sospechas mortales

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Club Devon, Los Ángeles, California, 21 de febrero de 1986

Intenté ir a tomar algo de la cocina antes de que todos bajaran, con la mala suerte de encontrarme a Melinda con una pila de sobres y cartas sobre la mesa.

—¿Dormiste bien, Alana? —Arrastró las palabras resaltando mi nombre.

—¡Demonios, alguien debería llamar a control de plagas, hay una serpiente suelta en la casa!

—¡Cariño, también había un escorpión negro! ¡Pero ya me encargué! —Metió la mano en una pequeña caja que había sobre el estante y sacó el cuerpo sin vida y aplastado de Leviatán.

—¡Eres una maldita! —le grité— ¡ Y aún no he acabado contigo!

Christian apareció en el momento y después de haber llorado por un largo rato anoche en sus brazos ahora no sabía ni como mirarlo a la cara, en especial cuando solo usaba un diminuto bóxer que dejaba ver lo bien trabajadas que estaban sus piernas... ¡Y algo más!

—No la molestes, Mel... —Ella le sacó la lengua retorciéndose un mechón con el dedo—. Oye... —Regresó a mi su mirada—. ¡Creo que me quedaré todo el día en el club, con ese tipo suelto no siento confianza en salir! Duplicamos la guardia y ya hice que todos vieran una foto de Ashton Harrison para que puedan identificarlo y no dejarlo pasar...


—¿De Ashton Harrison? ¿Porqué? —Preguntó Melinda maliciosamente.

—Porque mató a su esposa de 30 puñaladas y cualquiera que esté en este club es elegible para que le pase lo mismo... ¡Yo en especial! —Le respondí.

Su expresión cambió de un momento a otro y decidió salir del lugar sin decir más llevándose un sobre que tenía su nombre escrito en él.

—¿Qué le pasa a tu hermana? —Le pregunté a Christian.

—No tengo idea... Pero si es que trama algo, voy a averiguar lo que es.



Horas más tarde.

Me coloqué uno de los trajes de Dominatrix más ceñidos y adornados en platería que encontré, un enterizo negro con botas hasta la rodilla y guantes negros. Me hice una trenza en el cabello y preparé el látigo.

Después de un par de minutos el timbre de la puerta sonó, me dirigí a abrir con rapidez. Pero mi sorpresa fue ver a Dominick en la puerta.

—¿Puedo pasar? —Me preguntó en un tono apacible. Parecía que había tenido tiempo para pensar sobre lo sucedido anoche.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora