Prólogo

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Club Devon, Los Ángeles, California, 21 de febrero de 1986

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Club Devon, Los Ángeles, California, 21 de febrero de 1986

  Caminé a paso firme por el pasillo del club con una sonrisa malévola en los labios, vestida en un catsuit ajustado y con una coleta alta en el cabello. El sonido de los tacones de mis botas altas rebotando sobre el suelo no parecía distraer a mis clientes detrás de las cortinas semiabiertas. Cada vez que giraba la cabeza, un nuevo espectáculo se mostraba ante mí:

  El trasero bien formado de un tipo rubio y esbelto que embestía con fuerza a una de mis scorts mientras gruñía masculinamente al borde de la eyaculación. ¡Me hubiese gustado darle un par de latigazos en esos glúteos mientras lo hacía!

   Del otro lado, una de mis chicas le practicaba sexo oral a un tipo de buen cuerpo y barba bien recortada, de unos 35 años y con buenas dimensiones en su miembro.

—Vaya, Stefanny, parece que estás empeñada en ganar más esta semana. —Lancé el comentario al mirar a otra de mis scorts sosteniendo con cara de placer una penetración doble por parte de dos hombres.

   Ella me guiñó un ojo con complicidad antes de unirse al beso que ambos mantenían y permitir que también le comieran la boca. El ambiente entre luces neón, humo de cigarrillo, música alta y gemidos de placer eran realmente satisfactorios para mi pues solo reflejaban cuan exitoso era el Club Devon. Significaba mucho, claro, pero mejor aún... un control total, en especial ahora, que, al fin, este lugar sería completamente mío, aunque la manera de lograrlo sería políticamente incorrecta.

   Me lancé el cabello de la coleta por detrás de los hombros antes de ser impactada por Austin quien traía unos papeles en su mano, siempre tan formal.

—¡Alana! —Se sorprendió al mirarme—. Pensé que estabas con Melinda en el hospital, acompañando a Nayrid.

—¡Shh! —Lo tomé de la muñeca con fuerza y lo llevé a una zona apartada—. ¡Recuerda que soy Jezzabelle! No puedes llamarme Alana frente a los clientes, alguien puede oírte y sabes lo riesgoso que sería si todo el mundo se entera de quien soy en realidad.

   Él de inmediato reconoció su error y la gravedad de que alguien supiera quien era realmente, ya que, de ser así, estaría en un inminente peligro de muerte. Mi mejor amigo se veía pequeño desde mi posición, era realmente gracioso ver su cara de susto cada vez que le llamaba la atención por algo que estuviera relacionado a sus labores de asistente.

—¿Y cómo rayos es que dices que Melinda no está aquí? —Indagué—. Se supone que debería estar mu... —No continué ante la perplejidad de sus ojos, tampoco era conveniente para mí que Austin se enterara de lo que pretendía hacerle a Melinda.

   Él arqueó una ceja en espera de la continuidad de mis palabras.

—¡Muy al pendiente de lo que suceda aquí! —Traté de arreglar mi desliz.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora