Reina del dolor

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   Todos estábamos  consternados

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   Todos estábamos consternados. Yo intentaba llamar al móvil de Melinda y Austin pero no era posible localizarlos. Estaba preocupada y con el corazón en las manos.

—¡Trata de tranquilizarte! —Le indiqué a Dynia, quien estaba al borde del desmayo.

—¿Tranquilizarme? Alana, lo lamento, pero esta vez no eres tú la reina del dolor. Ahora son mis padres lo que están muertos, realmente mi padre era un imbécil, lo sé, pero aún así no quería verlo muerto... Y mi novia también está desparecida. ¿Cómo pretendes que me calme? Te calmaste tú acaso en la ceremonia de tus padres? ¡No! Y yo te apoyé, ahora te sugiero que hagas lo mismo.

   Dynia tenía razón. No podía pedirle que tuviese control si yo misma no lo tenía. Me había demostrado ser una amiga leal y una persona muy valiente dispuesta a defenderme en todo momento.

—Tienes razón, lo lamento. Tienes todo mi apoyo Dynia, solo dime que quieres que haga.

   Ella me miró con su maquillaje corrido y me habló seriamente.

—Trae a Mel de vuelta, y mata a ese bastardo de Dominick. —Sus ojos estaban inyectados en sangre por el odio con el que habló.

   Endurecí la mirada mostrándome decidida.

—Te juro que voy a traerla de vuelta aunque sea lo último que haga en la vida.

Ella mantuvo la mirada mientras yo la abrazaba con suavidad para intentar reconfortarla.


Fábrica abandonada de Industrias Kadere, Las Vegas, sobre el búnker subterráneo de Dominick Lenoy.

Pov. Omniciente.


   Melinda abrió los ojos acostada sobre un piso de madera cubierto con mucho papel periódico y paja, rodeada por paredes gruesas de concretro, tenía una mordaza en la boca, y sus manos estaban por detrás de su cuerpo encadenadas con muñequeras de acero semi-oxidado bastante fuertes y una cadena de metal anclada a la pared.

   Estaba confundida y en todo su cuerpo tenía raspones y golpes provenientes del accidente. Trató de reconocer el lugar pero no lo pudo hacer, aunque divisó a Austin dormido a algunos metros de ella y atado de la misma forma.

   Melinda se arrastró a duras penas e intentó darle a Austin una leve patada para que se despertase, se estiró a más no poder y cuando logró hacer que despertara escuchó unas voces que la hicieron retraerse a su sitio.

—Creo que a nuestros hombres el señor Harrison no terminaba de agradarles. ¡Quería solo un par de rasguños! Pero le terminaron cortando la garganta... ¡Ahora tú eres el líder de nuestra organización! ¿Quién iba a decir, que hace dos años, cuando Amateo te contactó para infiltrarte en el club Devon, iba a estar contratando a su reemplazo? Excelente jugada, amo. —Una voz de mujer era audible para ambos al igual que los pasos que indicaban que dos personas se acercaban.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora