Capítulo 24 - Hope

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JEALLY BEANS
Boston, Massachusetts, 2013

16 de Agosto

El taxi se detuvo en la esquina del edificio, Amanda dio un último apretón a mi mano  y una sonrisa amistosas.

Había insistido en llevarme hasta casa porque no me veía del todo bien pero me dió mi espacio sin forzar una conversación.

—Hope, no quería que...

—No es tu culpa —le aseguré sin rechazar su gesto—, no es tu culpa que mis padres hayan basado mi vida en mentiras. Todo es tan doloroso para mí pero no ver un final cercano, solo lo hace más difícil.

—¿Te gustaría una la posibilidad de tener tu libro en blanco? —asentí— Sé como se siente eso, mis padres no siempre fueron fáciles pero todo dió un cambio cuando los encaré.

—Yo no puedo encararlos porque no sé que es mentira y que es verdad.

—Cuando hables con tu padre lo sabrás, él juro que se acabaron los juegos y, tal vez no me creas, pero Victor ha estado muy preocupado por ti. No hay cosas más importante que el amor que te tiene...

—Que nos tiene —la corregí, si mis ojos no derramaban más lágrimas era porque simplemente ya no tenía—, el amor que nos tiene a Feith y a mí —insistí.

Amanda solo asintió. Guío su mano a un mechón de mi cabello y lo acomodó detrás de mi oreja.

—Si, querida, eso es lo más importante para él.

—¿Sabes? Siento que estoy en un círculo vicioso. Descubro alguna mentira, mamá me da una explicación, papá promete que es mentira y me da otra, todo se repite y soy quien está en medio sufriendo por ello.

—Tienes mi apoyo para todo, Hope, yo estoy de tu lado.

Le di un beso en la mejilla como despedida, estaba por bajar cuando Amanda me recordó llevarme el regalo que me había traído.

Me acomodé la capucha de la polera y caminé hacia casa. Hice una nota mental, devolver a Sam sus cosas que dejó olvidadas/me dió/tomé prestadas.

De alguna manera llegué al edificio, de alguna otra pedí el ascensor. No prestaba atención a mis movimientos, no podía si mis ojos volvían a estar tan nublados por las lágrimas como mi cabeza por las ideas que debía procesar. Las puertas del ascensor se abrieron, lo supe por el sonido, di un paso dentro y me refugié en la esquina sin recordar marcar el piso.

Solo necesitaba un descanso, unos segundos me bastaban.

—¡Hope! —gritó Kiera, me tomaba por los hombros y sacudía. Alcé la vista obligándome a controlarme.

No necesitaba que nadie me viera así. No si mantendría mi encuentro con Amanda en un secreto absoluto.

—Estoy bien —murmuré en automático abrazándome a mi misma.

—Cariño —su voz era dulce y comprensiva.

Me recordó a mamá cuando era una niña que hacía travesuras y salía herida.

»No lo estás —acunó mis mejillas entre su manos antes de atraerme en un abrazo.

Fue suficiente para desatar el mar de lágrimas una vez más.

Solo deja que te toque © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora