Capítulo 10 - Sam

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HOLA, AMOR
Múnich, Baviera, Alemania

21 de agosto

Troné mi cuello mientras me quitaba la cofia, mi segunda cirugía del proyecto de Travis terminó un poco antes de lo previsto, ya que debimos detener el procedimiento por el ritmo cardiaco inestable del pequeño. Eso me daba algunos minutos extra entre cirugía para descansar.

Me acerqué a la estación de enfermeras donde Blair anotaba unas cosas en la tableta.

—Doctor Hale, el quirófano tres, estará listo en media hora —informó Mary, una de mis enfermeras favoritas de neuro, siempre peleaba con Martín por ver a quien asistía; me extendió mi tableta para que hiciera mis propias anotaciones.

—Muchas gracias, seré yo quien lo lleve a quirófano, me esperan en preoperatorios.

—Por supuesto, doctor.

—¿Tienes cirugías todo el día? —preguntó Blair. Asentí— Yo ya acabé con la que tenía programada para hoy, Morgan se quedará con mi papá porque Martin tiene el turno nocturno y yo iré a ver a Clary, pasaré la noche con ella, ha estado muy mal desde... ayer y hoy a penas si ha respondido mis mensajes.

Suspiré, no estaba de humor para tolerar esa conversación y, mucho menos, para los reclamos que Blair se sintiera con derecho a darme.

Me agradaba Blair, no la consideraba una amiga cercana, si convivía con ella tan frecuentemente era tan solo porque era la esposa de Martin y la mejor amiga de Clary.

—Tengo una cirugía con Miha dentro de nada, Blair, déjame descansar —le pedí, intentando con toda la energía que me quedaba, no ser desagradable.

—¡Tu novia está llorando por ti y solo te preocupas por tu trabajo!

—Ya no es mi novia —bramé con ira—. Hemos terminado, Blair, y no hay nada que pueda cambiar esa decisión.

No le di tiempo a responder, con la tableta en la mano caminé hasta la sala de descanso dónde había dejado mi teléfono y pantuflas.

Las punzadas en mi tobillo comenzaban a decirme que me estaba sobre exigiendo, que debía tomar unos analgésicos pronto y sería una buena decisión cambiarme de zapatos. Las converse negras no eran la mejor opción para cirugía, pero mis zapatillas usuales estaban mojadas por un charco que pise en mi caminata de la mañana.

No había nadie en la sala, por lo que no tendría que pelear con Travis por el sofá masajeador. Pasaría unos buenos minutos de relajación, lo necesitaba.

Envié un mensaje a Miha, pidiéndole que no llegara tarde a nuestra cirugía. Ya estaba por prender el ciclo de masajes cuando una particular canción comenzó a sonar.

Rodé los ojos. Solo Travis podía tener como tono de llamada a él mismo diciéndose: «Te están llamando, guapo, contesta». Lo ignoré, revisando mis propios mensajes, pero para la cuarta llamada se volvió algo fastidioso; decidí ver si se trataba de algo relevante, de ser un número desconocido, podía apagar el teléfono y que Travis devolviera la llamada al salir del quirófano, de ser algún contacto agendado significaba que conocía a Travis y su horario como doctor, tanta insistencia debía relacionarse a un asunto urgente.

Iba a regañarlo luego, nada le costaba llevar su teléfono y que las enfermeras le dieran el mensaje al momento.

La pantalla de su iPhone brillaba con un único nombre: Oliver.

Tuve un pequeño debate acerca de contestar o no. Gracias a todo lo divino que lo hice.

—¿Aló...?

Solo deja que te toque © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora