Capítulo 20 - Hope

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TOMAR DISTANCIA
Irlanda, 2013

03 de Junio

Nuestro vuelo a Dublín, la capital de Irlanda, hizo una escala en el aeropuerto de Manchester así que teníamos dos horas para abordar de vuelta el avión.

Feith aprovechó en ir a comprar comida mientras Esme y yo íbamos al baño. Había sido un buen rato sentada en la misma posición y aburrida de escuchar las historias de Esme acerca de sus viajes con su novio.

—¿Me das tu sudadera? —preguntó al sentarse en la mesa donde esperábamos a mi hermana— Como que hace un poco de frío.

—Coge la de Feith —señalé el bulto sobre la mochila.

—No me queda, Feith es más delgada que nosotras. Préstame la tuya.

—No, también tengo frío —mentí.

—Egoista —rodó los ojos y sacó su celular.

Cuando hice maletas con ayuda de Audrey, no me di cuenta que metió algunas de las poleras de Sam que permanecían en mi habitación. No haría demasiado frío en Irlanda pero no me molesté al dejar una de ellas al fondo de la maleta y, otra, llevarla en la mochila que llevaría conmigo en todo momento.

No le prestaría a Esme la polera de los Red Soxs que aún conservaba algo del olor de Sam, una mezcla de vainilla y humo de cigarro. Le quité esa polera con la excusa de lavarla para quitar ese nefasto olor, días atrás.

10 de Junio

Les hablaría de lo que llevábamos de nuestro viaje a Irlanda con más detalle pero no fue especialmente divertido, para nada.

Pasamos los site primeros días en Dublín, la capital, donde Esme y Feith no dejaron de visitar todo lo que estaba en la lista de mi hermana. Yo prefería quedarme en el hotel o pasear por el centro en las cafeterías y librerías de la calle principal, compré muchas cosas para todos en Boston; para Audrey encontré una campera de alta costura en una tienda de segunda a un muy buen precio y un bolso de juego; para Andy, un pequeño juego de pinturas artesanales; para Daniel, Patrick y Zoé, unos gorros idénticos con la imagen del duende bailarín; para Kiera, un perfume que me encantó y, para Claire, un libro de romance de la era victoriana que prometía mucho.

No olvidé a Sam, ¿Cómo podría olvidarme de él? Mi vida tenía tantos líos que, pensar en él, servía para dejarlo todo de lado y reprocharme a mi misma mis decisiones que por momentos dejaban de parecer correctas.

—Gracias —le sonreí a la amable anciana que envolvía los cuatro libros que compré.

—Son muy buenos libros, señorita, pero no cualquiera apreciara la genialidad que ocultan.

—Los daré como regalo, a él le encanta la historia pero leer, ama leer más que nada —conté—. Yo no sabía que Dublín era la ciudad donde más ganadores del premio noble habían nacido pero estar con él es como estar con una enciclopedia.

—Él suena como una persona de la que cualquiera podría disfrutar su compañía.

—Si, amo pasar tiempo con él casi tanto como él ama leer.

Solo deja que te toque © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora