Quién quiera ser Audrey

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Boston, Massachusetts. 04 de enero, 2012

[Antes de la mudanza de Hope y Feith].

Salí del edificio a la vez que dos chicos entraban al ascensor, no les presté demasiada atención ni ellos a mí —iban con dos bonitos perros sujetos a correas y uno de ellos, el moreno, dictaba cosas sin sentido mientras que el otro, el hermano de Daniel, lo ignoraba— los había visto muchas veces y sabía que vivían allí e iban a Lincoln pero nunca cruzamos palabra.

Hiro y James me esperaban en el descapotable del primero.

—¡Por fin, ricitos de oro, no me hago más joven! —bufó Hiro.

—Y tampoco te haces gracioso —me encogí de hombros subiendo a los asientos traseros.

Dejé besos en las mejillas de ambos chicos.

—Ya recuerdos porque no te extrañaré —fingió estar ofendido.

—Se bueno con Drey, Nasati —le ordenó James poniendo una de sus sonrisas baja bragas.

—¿Oriana no vendrá? —pregunté al no ver a la única persona que soportaba por completo a Hiro y su humor punzante.

El chico de ojos rasgados y cabello negro era un verdadero bombón a la vista pero un poco difícil de tratar. Aunque, después de James, era quien más me agradaba de todos mis amigos.

—Dice que ya se juntará con ustedes hasta que yo vuelva, esa niña como que me ama.

—Es mentira —lo golpeó James—, tiene examen de filosofía y ya se despidió de Hiro.

—Solo estaré en Japón tres semestres, no hagan fiesta porque me voy —refunfuñó antes de poner el auto en marcha.

Boston, Massachusetts. 29 de Junio, 2013

El auto de papá se estacionó fuera del edificio y me despedí de él. Habíamos cumplido con la cuota mensual de pasar tiempo juntos, que en realidad era llevarme al centro comercial y dejar que comprar todo lo que quieres mientras él atendía su teléfono, después ir a un buen restaurante y sus preguntas acerca de que tan bien me iba en la escuela.

—Dejaré el dinero que me pediste en tu tarjeta mañana —avisó papá dándome un beso en la mejilla— pero no le digas a tu madre o querrá cortarme las pelotas.

—No te preocupes, papá.

—Llámame luego, Drey.

Bajé del Mercedes a la vez que el señor José terminaba de sacar las bolsas de la cajuela, en cuanto la cerró, mi padre continuó con su recorrido a su propia casa en Maryland.

Estaba muy ansioso por volver con Cory desde que fuimos a cenar y —pude ser odiosa haciéndolo quedarse conmigo más tiempo— tampoco dejaba de recibir muchos mensajes de él. Cory no me desagradaba, desde que se volvieron novios, el pelirrojo me enviaba regalos constantemente y era una buena máquina de consejos.

—¿Te divertiste? —preguntó mamá al abrirme la puerta.

—Nadie se aburre mientras vacía escaparates —me encogí de hombros—, te compré un perfume nuevo que ví.

—Déjalo en mi habitación, cariño.

—¿Vas a salir? —indagué.

Era obvio. Llevaba un vestido rojo hasta la mitad del muslo y tacones del mismo color, su cabello rubio como el mío estaba perfectamente planchado y adornado con una bincha de piedras, que estaba segura, era mía.

Solo deja que te toque © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora