ERES
Boston, Massachusetts, 201214 de julio
—Sam, cariño, el desayuno está en la cocina, ve antes que Daniel se lo acabe si quieres comer —se despidió mi mamá—. Estaré en la boutique con Kiera hasta el almuerzo e iré luego al club.
Se acercó a mí y dejó un beso en mi frente; antes de irse, levantó la cortina causando que los ojos me fastidiaran.
No había dormido tratando de adelantar trabajos del instituto, pero desperdicié más de dos horas leyendo mangas en internet.
—Ah —me quejé.
—Debes ponerte los lentes, cariño —silbó dejándome solo.
Me levanté del sofá con pereza y traté de acomodar los libros que estaban abiertos en la alfombra, los tomé y dejé en el escritorio pues los libreros estaban llenos.
—¡Samuel! ¡Baja a hacerme compañía! —gritó Daniel.
—Mi nombre es Sam, literalmente es solo Sam —le grité en respuesta.
—¡Solo baja! —exigió.
El sonido de cosas cayendo en el piso hizo que me de prisa ver que estupidez nueva estaba haciendo Daniel.
—Tienes diecinueve años y sigues haciendo desastres —bufé al verlo sentado en la encimera, con Miel entre sus brazos, y muchas ollas en el piso.
—Quería usar mi plato con forma de queso, pero no lo encuentro —se encogió de hombros.
Me agaché a limpiar su desastre, como siempre.
—Mamá lo regaló porque dijo que era horrible.
—Que cruel —gimoteó abrazando más fuerte a Miel, ella solo soltó un gruñido vago—, no debes hacerle eso a papá —la regaño.
Tomé a mi cachorra de los brazos de mi hermano y la dejé en el piso.
—Miel es mía y no te quiere —le recordé.
Daniel me ignoró.
—Deberías ir por Andy, mamá pidió para él también.
Mi madre no era una mujer que le dedicará tiempo especialmente a la cocina, solo le gustaba preparar postres en ocasiones especiales, pero si le gustaba tener detalles con nosotros por lo que los fines de semana ordenaba desayunos especiales de nuestra panadería preferida en el centro.
Salí de mi apartamento en pijama y con pantuflas, ya que solo iría al piso de arriba por mi mejor amigo, Miel iba detrás de mí. Llamé al ascensor, pero este no se movía del primer piso.
—Serán las escaleras —bufé abriendo la puerta y esperando que Miel subiera primero.
Pocos residentes las usaban por lo que casi nunca encontrabas a nadie, en esa ocasión estaba llena de cosas, desde sillones de una pieza de un verde escandaloso hasta una perchera de madera con forma extraña.
Me pareció extraño, pero subí hasta el piso de Andy sin prestarle más atención, alguien debía de estar mudándose.
—¿Qué pasó, hermano? —preguntó un poco somnoliento cuando me abrió la puerta antes de agacharse y acariciarle la cabeza a Miel.
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Solo deja que te toque © [EN PROCESO]
RomanceCuando dos personas están destinadas a estar juntas no importa el tiempo que pase, ni las nuevas personas que lleguen porque, al final del camino, volverán a encontrarse y nunca más se dejarán ir. Así podemos hablar de la historia de Hope y Sam, bu...