Capítulo 8 - Sam

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NO QUIERO HACERME DAÑO
Múnich, Baviera, Alemania

20 de agosto, 2025

Algunas veces tenía un sueño raro, sobre todo en los días en los que me sentía más estresado. En el sueño estaba yo jugando con Evan y Zoé en la playa, no había rastro de mi hermano o tía, pero si veía a mi madre a lo lejos, acompañada de alguien de quien solo podía distinguir el cabello oscuro. Luego Zoé entraba al mar y como Evan era demasiado pequeño debía cargarlo. Se sentía muy familiar y correcto estar con ellos.

Casi siempre despertaba cuando iba a acercarme a mamá, lo más lejos que había llegado fue una vez que estaba enfermo por culpa de Miha. En esa ocasión el sueño cambió un poco antes de que pudiera llegar con mi madre, la arena en mis pies se convirtió en baldosas blancas que no reconocía —las de mi departamento eran negras— y mi torso y cabello húmedo, cómo si saliera de la ducha. Al salir del baño un pequeño corría entre mis pies, pero se alejaba antes de que pudiera tomarlo en brazos.

Iba tras él para intentar alcanzarlo, pero en cuanto lo intentaba ya no estaba.

Recuerdo claramente que llamé a Thomas en cuanto desperté, no era como si creyera que mi sueño era una premonición o alguna cosa absurda de ese estilo, tan solo sentía la gran necesidad de saber de Evan.

—Doctor Hale —llamó una de las enfermeras del piso de quirófanos—, la familia de la paciente espera a que les dé una noticia, ¿lo hará usted o el doctor Cooper?

Pasé la mano por mi cabello, con el afán de ordenarlo un poco, luego de quitarme la cofia y desvíe mi mirada a donde Martin aún le gritaba a esos dos internos. 

La maldita cirugía iba a la perfección hasta que uno de esos ineptos se atrevió a mover la sonda que estaba dentro del cerebro de la paciente. Martin y yo logramos salvarla, pero no podríamos saber la magnitud de los daños neurológicos hasta que despertara, si es que lo hacía.

—Envía a la doctora West a la sala de espera, necesitaré que me ayude con esto, seré yo quien de la noticia.

—Como diga, doctor.

—Gracias.

Le entregué mi tableta con el historial médico antes de ir hasta Martín.

—¡Debería despedirlos ahora mismo! Es inaudito que algo así pasara en mi quirófano, pero no seré quien decida el castigo, lo mejor es que vayan directo a la oficina del jefe para que les dé su sanción —escupió con furia—. No son imbéciles, deben saber cuánto significa que alguien te confié su vida para salvarla y no puedas hacerlo.

—Lo sentimos, doctores, es solo…

—Guarda tus excusas para el jefe —intervine—. En lo que a mí respecta están vetados de mi servicio y no los quiero ver cerca de cuidados intensivos de neurología. Ningún neurocirujano en este hospital volverá a permitir que se acerquen ni siquiera a la galería, se los aseguro.

—Coincido con el doctor Hale, si neuro o plástica eran de su interés, este no es el lugar para ustedes. Ahora váyanse.

Ambos internos corrieron hacia las escaleras. Martín daba miedo al enojarse, debía concederles eso.

—¿Cómo está la paciente?

—Hay respuesta ocular, pero no hay movimiento involuntario y tendremos que llamar a Travis, fue mucho estrés para su corazón. No creo que pase la noche, las posibilidades no están a su favor.

—Iré a darle la noticia a la familia y luego hablaré con el jefe.

—No, era mi paciente, iré yo.

Solo deja que te toque © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora