PALABRAS NO DICHAS
Boston, Massachusetts, 201330 de septiembre
Mi celular no dejaba de vibrar en mi bolsillo, pero sujetar a Miel sobre la mesa de la veterinaria intentando que estuviera quieta —para que le pusieran una inyección contra las pulgas— me impedía contestar la llamada.
Hiro la había sacado a pasear ayer mientras yo estaba con Hope, por alguna razón Daniel lo dejó, y cuando volvieron del parque, el lindo pelaje que mamá amaba cuidar, estaba lleno de lodo y tierra. La pobre tuvo que dormir en la silla mecedora de Daniel, en vez de su usual lugar en la cama de mi hermano.
Aunque era lunes, en la escuela teníamos el día libre por la exposición del edificio de arte, donde Feith y Andy presentarían un cuadro gigante que llevaban preparando mucho tiempo. En vez de estar allí junto a mi novia, estaba esperando que bañaran a mi perra por culpa de Hiro.
Lo mataría luego.
—Eso es todo, Sam, puedes llevarte a Miel —informó la doctora acariciándole la cabeza.
—Gracias, ¿sale algo la cuenta o lo cubre el seguro?
—No, todo está cubierto, tráela en una semana para su vacuna de desparasitación.
Tomé a Miel en brazos, nos despedimos y fui a mi auto.
Sí, papá pagaba cuatrocientos dólares al mes por el seguro perruno de Miel desde que se cortó con un vidrio en el parque y no encontramos una clínica abierta a esas horas.
Dejé a Miel en el asiento del copiloto, debía llevarla a casa antes de encontrarme con Audrey y Hope en el edificio de arte.
Comenzaba a hacer frío en la ciudad, el invierno se asomaba y no podía ser más feliz. Tener que salir con bufanda, guantes y gorro a la calle era un pequeño gusto que tenía, pero en mi auto la calefacción estaba encendida y no era necesario tener puesta mi gabardina, la dejé olvidada en el asiento trasero.
[...]
Las puertas del ascensor se abrieron en mi piso y Miel salió corriendo hasta nuestra puerta, dentro del edificio no era necesario ponerle la correa pues era muy obediente en cuanto a las instrucciones que le daba.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté a Hiro.
Estaba sentado a un lado de mi puerta, con las piernas y brazos cruzados y la espalda apoyada en el marco, había una caja de cartón a su lado.
—Pasando el rato —sonrió. Le dio una caricia a Miel antes de levantarse—, ¿irás a lo de Feith y Andy?
—Si, me cambiaré antes, no vi tu auto afuera así que si me esperas puedo llevarte.
—Hoy tengo el auto de mi madre, así que no es necesario, pero debo ser sincero, Hope me pidió que te diera algo —señaló la caja—, dijo que debes tenerlo y abrirlo estando a solas. ¡Casi lo olvido! —recordó.
Rebuscó algo en el bolsillo interno de su chaqueta, un sobre blanco.
Me lo dio.
—¿Qué es esto? ¿Por qué no me lo dio ella?
—Lo siento, Sammy, lo entenderás al... solo lee la carta —Hiro bajó la cabeza, viéndose muy contrariado. Se encogió en su lugar y agachó la cabeza—. Prometo que contestaré todas tú dudas, pero ahora debo ir a hablar con Feith.
—En un día normal eres raro y ya me acostumbré a eso, pero hoy te estás superando a ti mismo.
—Solo mándame un mensaje luego, por favor.
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Solo deja que te toque © [EN PROCESO]
RomanceCuando dos personas están destinadas a estar juntas no importa el tiempo que pase, ni las nuevas personas que lleguen porque, al final del camino, volverán a encontrarse y nunca más se dejarán ir. Así podemos hablar de la historia de Hope y Sam, bu...